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jueves, 26 de mayo de 2016

GILBERTO LAVENANT

QPBC. Sin duda alguna, un principio básico o elemental, para que salgan bien las cosas, es el optimismo. Aquel que participa, pensando que va a perder, casi es seguro que perderá.
Sin embargo, si bien es cierto que es recomendable ser siempre optimista, no hay que exagerar.
Lo vemos en el actual proceso electoral. De 12 aspirantes a la alcaldía de Tijuana, todos se presumen ganadores. Si solamente uno de ellos será electo, esto significa que los 11 restantes, son mentirosos.
El optimismo no debe llevar a nadie a la exageración, pues, tarde que temprano, se sabrá la verdad.  
Lo más recomendable es la honestidad, la sensatez. Ser optimista, pero estar siempre consciente de la realidad. 
No es cierto eso de que repetir una mentira, mil veces, termina convirtiéndose en verdad. 
Varios de los aspirantes, empezaron mal, pues se engañaron a sí mismos, al considerar que tenían elementos suficientes para ganar.
Para empezar, saben poco o nada de política. Casi nadie los conoce. Podría decirse que son unos completos desconocidos. 
Son conocidos, en grupos sumamente reducidos, pero no lo suficiente para que sean identificados cuando se trata de una contienda pública.

El problema básico, de todo aquel que tiene aspiraciones políticas, es que primeramente debe dedicar tiempo a realizar labores sociales. Orientar a grupos sociales. Asesorarlos. Encabezarlos.
 Hay quienes, se confunden. Piensan o suponen, que su actividad cotidiana en los medios de comunicación, los locutores, por ejemplo, es suficiente. Pero esto no es cierto.
No es lo mismo dar opiniones a “vuelo de pájaro” que tomar un problema y encausarlo, hasta lograr una solución favorable. 
Tal vez si después de los horarios de micrófono, personalmente atienden a los quejosos, los escuchan, los orientan e incluso los acompañan a hacer las gestiones correspondientes. Tal vez. 
Hay individuos que, acostumbrados a hablar frente al micrófono o frente a la cámara de televisión, son bravos para hablar. Pero son desconocedores de trámites o procedimientos, y lo único que hacen es criticar “a vuelo de pájaro” y crean confusión o desorientan a quienes les escuchan.     
Esos personajes, es común que sean seducidos por la invitación de dirigentes partidistas, quienes les ofrecen alguna candidatura, diciéndoles que son excelentes prospectos, atribuyéndoles virtudes inexistentes. 
Para los dirigentes partidistas, es más fácil “enganchar” a uno de esos personajes, que preparar cuadros, o sea capacitar elementos propios del partido. 
Al final de cuentas, lo que buscan las dirigencias partidistas, no es precisamente que sus candidatos triunfen en las elecciones, sino que les permitan obtener al menos el 3% de votos que requieren, para conservar su registro.  Y con ello, sus prerrogativas. Bueno, también las regidurías o diputaciones plurinominales, que implican ingresos y poder político, para ellos.   
La función de las dirigencias partidistas. Es alimentar el ego de sus candidatos, haciéndoles creer que efectivamente son populares y que tienen posibilidades de triunfar en los comicios. Aunque sea a base de mentiras. Hay muchas maneras, para ello.
Las más comúnes, las encuestas “a modo”. Cuya regla es que “el que paga gana”. O falsas encuestas, nunca realizadas, “conocidas” solamente por las dirigencias partidistas. 
Para ellos, es cómodo, además de recomendable, presumirse tiunfadores. Unos, a sabiendas de que es falso. Otros porque así se los han hecho creer. 
Sin embargo, la realidad es deprimente. Lo que puede constatarse con los resultados de las dos recientes encuestas de Lauro Ortiz y su Pural.mx, en las que los llamados independientes y los candidatos de los partidos emergentes, por utilizar una expresión futbolística, están “en el sótano”. 
En unos días se conocerá la realidad. En la encuesta definitiva del próximo domingo 5 de junio. Solamente habrá un triunfador. No tantos, como hasta ahora.