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sábado, 8 de febrero de 2014

Palco de Prensa : El sistema político.


                                       Por : Gilberto LAVENANT
Pocos entienden, que cuando se habla del sistema político mexicano, no se hace referencia a tal o cual partido y sus usos y costumbres. El sistema político, lo conforman, todas las organizaciones políticas y los políticos en lo individual, que se interrelacionan, negocian, exigen, condicionan, extorsionan, presionan y cobran o pagan facturas políticas.
Para el sistema político, las normas jurídicas no existen. Lo que prevalece son los pesos y contrapesos, las concesiones, los favores, los privilegios. Todo, en beneficio particular de ellos mismos. El interés ciudadano, no cuenta.

Lo peor, es que los diversos actores, o protagonistas, juegan a la doble moral. De un lado, son rectos, honestos, con un alto sentido sobre el servicio social, la amistad, la solidaridad. Por el otro, totalmente lo contrario. Son evasores, cómplices, proclives a la violación de las leyes, al desorden, al chantaje, a la extorsión.
El sistema político muestra a dos tipos de actitudes o conductas, contrarias, en un mismo individuo. Si están fuera de la función pública, son severos críticos, reclaman, fustigan a los funcionarios ineptos e ineficientes. En la función pública, es todo lo contrario o incurre en las actitudes y conductas que tanto criticó estando fuera. Esto, no es cuestión de filiaciones partidistas. En lo general, claro, pues luego hay quienes reclaman que no son del montón.
Citemos, cuestiones más precisas. La autoridad, por ejemplo, anuncia que pondrá orden en el transporte público, aplicando la ley y sancionando a todos aquellos “cafres del volante” que tripulando vehículos atiborrados de pasajeros, circulan a exceso de velocidad, no respetan las señales de tránsito, juegan carreras con otros y tratan a los usuarios con la punta del pie.
El gobierno, con el personal disponible, con los recursos materiales posibles, efectivamente trata de imponer la ley y aplica las sanciones correspondientes. Los infractores, llevan las boletas de infracción a la organización sindical o partidista a la que pertenecen o militan, cuyos dirigentes las acumulan y las presentan al padrino político en el gobierno, para que gestione la cancelación de las mismas. Este es el cuento de nunca acabar.

Y ese es solamente un tema, pero que explica, de manera simple, la razón por la cual persiste el desorden del transporte público. Al final, es una mera simulación, en la que la autoridad hace como que vigila y sanciona, los infractores aparentan reconocer las faltas y su disposición a corregir sus conductas, y los líderes y sus “contactos” o tutores políticos, se encargan de dejar sin efecto las boletas de infracción, con cuyos “favores” pagan o compensan los apoyos en campaña y conservan o alientan su clientela electoral.    
El Alcalde de Tijuana, Jorge Astiazarán Orcí, al observar todo este simulacro, giró instrucciones a sus colaboradores, para que las acciones en busca de acabar con el desorden del transporte, sean efectivas y, por lo tanto, que no fuesen condonadas o canceladas las boletas de infracción. Que quienes violen las disposiciones de tránsito, paguen el monto de las sanciones. Para que entiendan, que conducen con orden o tendrán que pagar las sanciones correspondientes.
Esto, provocó el disgusto de los funcionarios o políticos, que vieron frustradas sus gestiones, tendientes a lograr rebajas o cancelaciones de boletas de infracción. En algunos casos, por faltas graves, como conducir bajo los efectos de bebidas embriagantes, choque y fuga y muchas otras cosas más.
¿Cómo es posible que el Alcalde no conozca el sistema político imperante y no entienda que el papel de los políticos –diputados, regidores, funcionarios- es precisamente el gestionar la eliminación de costos de infracciones en que incurre su clientela electoral ? Y tienen razón en enojarse, pues se rompe la cadena de favores políticos y en las próximas contiendas no tendrán los apoyos requeridos.
Al ver que sus “buenos oficios”, ya no funcionan, entonces manifiestan su malestar, oponiéndose a todo. Incluso a proyectos o programas o proyectos que sean positivos, benéficos para la sociedad. Hasta que finalmente, en este caso el Alcalde en turno, se convenza que sus intenciones de acabar el desorden, serán infructuosas. Entonces, tratando de conservar su carisma y eliminar obstáculos, cede a las presiones y adopta como propios los usos y costumbres políticos. Sus intenciones redentoras se desvanecen. El sistema político lo doblega.
Aclarando, el tema de los vicios en el área del transporte, es solamente un ejemplo de esta clase de vicios del sistema político. Los ciudadanos comúnes y corrientes, los modestos comerciantes ambulantes o propietarios de tienditas de abarrotes, que son sancionados, por operar sin permiso o licencia, se sorprenderían, de saber, que grandes empresarios, esos que aparecen constantemente en las páginas de sociales de los periódicos diarios, suelen operar sin permisos, como por ejemplo para la venta de bebidas embriagantes, y las autoridades competentes, en este caso el gobierno municipal, lo sabe, pero los solapa.
Por cierto, muchos se sorprendieron, cuando en el acto conmemorativo de la promulgación de la Carta Magna, el Alcalde Astiazarán señaló que existen personas, dentro y fuera del gobierno, que pretenden “estropear” el desarrollo de la ciudad, ya que sólo piensan en su interés. Claro reflejo de que se siente acorralado por el sistema político y sus actores. Quizás, hasta empresarios, le han estado reclamando que persistan los privilegios que por años han disfrutado. Como el no pago del impuesto predial, por ejemplo.
Pero, como lo dijo el jefe de la comuna, estos intereses mezquinos, están dentro y fuera del gobierno. También hay funcionarios municipales que se conducen conforme a los usos y costumbres del sistema político. Ya habrá tiempo para comentar sobre esto. Empiezan a surgir las “leyendas urbanas”. En política, hay una sentencia, que advierte : los carniceros de hoy, serán las reses del mañana. Tal parece que el sistema político, no cambia.

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