Por : Gilberto LAVENANT
Los comicios más próximos en Baja California, serán en 2015, las llamadas elecciones federales intermedias. En estas, se elegirán a los diputados federales, 8 posiciones en el Congreso de la Unión, por esta entidad.
A poco más de dos años, podría decirse que es muy anticipado hablar sobre prospectos, de todos los diversos partidos políticos, para contender por dichas posiciones, aunque lo cierto es que hay muchos tiradores, que están preparando el terreno para su lanzamiento, pero guardando sus aspiraciones para mejores tiempos.
Pues bien, el día de ayer, vía correo electrónico, el columnista recibió un mensaje de un amigo, con el siguiente enunciado “Aspiro a ser diputado”. La primera impresión fue considerar que aunque demasiado anticipado, parecía ser el primer autodestape.
Sin embargo, al leer el texto, y haciendo las consultas correspondientes, puede observarse que se trata de una columna de corte político, denominada “Aguafuertes porteñas”, escrita en 1933 por el escritor y periodista argentino Roberto Arlet. (1900-1942).
Antes de transcribirlo, cabe destacar, que en los tiempos actuales, uno de los factores que han generado la enorme problemática socioeconómica, lo es la falta de valores. A partir de la familia y en el proceso de desarrollo de todo individuo. Con mayor razón en la política.
Hace 80 años, el autor de “Aguafuertes porteñas”, imagina y escribe, el discurso de un político, corrupto, voraz, manifiestando, ante un grupo de conciudadanos, con todo descaro, cinismo y desparpajo, sus intenciones insanas, para el caso de llegar a ser diputado. Algo que quizás a muchos pudo haber escandalizado, no porque sea una exageración, sino que es la mera verdad, aunque hasta hoy, pese a la pérdida de valores, nadie se atreve a decirlo abiertamente. Los políticos usan un discurso hipócrita, pero no es difícil adivinar sus intenciones, al llegar al cargo. Dan rienda suelta a sus instintos. Veamos el texto :
“SEÑORES: Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a “acomodarme” mejor. Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado. Robar no es fácil, señores. Para robar se necesita determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden señores”.
“En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino "evolutivamente"
“Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país, no encuentra postor ni por un plato de lentejas, créanlo..., prefiero ser honrado. Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado”
“Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto”.
“Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré al Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines...”.
“¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio ipso facto a mi candidatura...”.
“Piénsenlo aunque sea un minuto, señores ciudadanos. Piénsenlo. Yo he robado. Soy un ladrón. y si ustedes no creen en mi palabra, vayan al Departamento de Policía y consulten mi prontuario. Verán que performance tengo. He sido detenido en averiguación de antecedentes como treinta veces; por portación de armas -que no tenía- otras tantas, luego me regeneré y desempeñé la tarea de grupí, rematador falluto, corredor, peguero, extorsionista, encubridor, agente de investigaciones, ayudante de peguero porque me exoneraron de investigaciones; fui luego agente judicial, presidente de comité parroquial, convencional, he vendido quinielas, he sido, a veces, padre de pobre y madre de huérfanas, tuve comercio y quebré, fui acusado de incendio intencional de otro bolichito que tuve...”.
“Señores, si no me creen, vayan al Departamento... verán ustedes que yo soy el único entre todos esos hipócritas que quieren salvar al país, absolutamente el único que puede rematar la última pulgada de tierra argentina... Incluso, me propongo vender el Congreso e instalar un conventillo o casa de departamentos en el Palacio de Justicia, porque si yo ando en libertad es que no hay justicia, señores...".
Seguramente muchos políticos de ahora, se sentirán reflejados en tan explícita descripción. Lo único que pueden alegar en su favor, es que si bien es cierto que son cínicos y pillos, pese a la pérdida de valores, aún guardan un poco de recato y no se atreven a manifestar abiertamente sus insanas intenciones. Pero se adivinan fácilmente.
Hace 80 años de ese tipo de políticos y aún abundan y persisten con tales mañas.
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