Por : Gilberto LAVENANT
Hay un dicho popular, que
advierte : “tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe”. Y en el caso de
las luminarias, ese del “Programa de Modernización del Alumbrado Público de
Tijuana”, lamentablemente, el “cántaro” se rompió, y Tijuana se quedará a oscuras,
durante varios años. Y no es pretensión del columnista presumir : “se los dije
primero”.
Les decía, en días pasados, que
el llamado “Programa de Modernización del Servicio de Alumbrado Público de Tijuana”,
con el que, aparentemente, se pretendía cambiar las vetustas e inservibles
lámparas de la ciudad, más de 63 mil, por una modernas, de última generación,
fue invento del exalcalde panista Jorge Ramos Hernández.
Jorgito, muy “visionario”, al advertir
la necesidad de modernizar el alumbrado público, cuyo costo estimó en 399
millones de pesos, propuso a los miembros del Cabildo del XIX Ayuntamiento,
concesionarlo a particulares, por 15 años, para que realizaran dicha inversión.
Fue tan “convincente” en sus “argumentos”, que los regidores no vacilaron en
levantar su manita, para aprobarla en forma unánime y sin objeción alguna.
Aunque el acuerdo de licitación
lo logró en la Sesión de Cabildo del 30 de abril del 2010, o sea 7 meses antes
de concluir su gestión, no tuvo tiempo para hacer el procedimiento formal para
ello, afortunadamente, por las broncas que tuvo con el asunto del PIRE,
Programa Integral de Repavimentación, que cuyo costo inicial fue de 1,700 millones
de pesos y que originó la crisis financiera que hoy enfrenta el Ayuntamiento de
Tijuana.
Pero, llegó el Alcalde priísta,
Carlos Bustamante Anchondo, y aprovechó el “fabuloso” proyecto de Jorgito, ese
de modernizar el alumbrado público, pero en lugar de concesionarlo, cambió el
acuerdo de licitación, para que fuese para adquirir en arrendamiento las nuevas
luminarias, con un costo de 144 millones de pesos, a 26 meses, y no a 400
millones, como pretendía Ramos Hernández. Así es, en renta, no en compra.
En principio, la variación fue
para no tener que pedirle permiso a la legislatura estatal, para endeudar al
gobierno municipal, pues tendría que ser revisado el proyecto y los
legisladores se podrían haber percatado de las triquiñuelas. La treta incluía,
que al concluir el pago pactado, se convertiría el arrendamiento, en una
compra-venta, y todo mundo feliz.
Pero los protagonistas de este
asunto, incurrieron en tantos errores, que, como dicen, “se les hizo bolas el
engrudo”, y el pretendido “final feliz”, nunca llegó –ni llegará- pues aunque
el Alcalde pagó casi todo el precio, de arrendamiento, por adelantado y antes
de la instalación de las luminarias, no pagó la última mensualidad de la “renta”
y no se dió la pretendida metamorfosis, esa de convertir en compra-venta el arrendamiento.
Por si fuese poco, el pago fue a un tercero, ajeno al negocio. Absurdo, pero
así fue.
El caso es que la proveedora de
las luminarias, y supuesta “arrendadora”, hizo el negociazo, pero no tuvo el
cuidado de verificar previamente los voltajes de energía eléctrica del
alumbrado público de Tijuana, que es de corriente casera, o sea 127 volts, en
tanto que las nuevas luminarias operan con 220 volts, y entonces, no terminó de
instalarlas, y muchas de ellas se apagaron más rápido que lo que tardaban en colocarlas,
de tal manera que el negocio se estropeó.
Aunque la proveedora insistió en que el XIX
Ayuntamiento recibiera y diera por buenas las nuevas luminarias, lo rechazaron,
por la enorme cantidad de luminarias defectuosas. De 64,300 luminarias,
solamente instalaron 56,148, pero de esas, el Ayuntamiento tuvo qué reparar
18,632, aunque nuevamente ya están apagadas unas 10 mil, más 7,252 que no
fueron instaladas. Si las hubiesen recibido, las cosas estarían peor, para los
protagonistas.
Tratando de “salvar el pellejo”, los funcionarios
municipales, encabezados por Bustamante Anchondo, recurrieron a la vía
judicial, a reclamar a la proveedora el cumplimiento forzoso del contrato
original, pero lo hicieron con tantos errores, que tal parece había la
intención de perder el juicio, lo que implicaría que el gobierno municipal
fuese condenado a pagar, por gastos y costas, unos 20 millones de pesos. Esto
ocasionó, que se ventilaran los detalles oscuros de este asunto. Bien dicen, que
“cuando las comadres se enojan, salen a relucir los trapos sucios”.
En la última semana de la gestión de Bustamante,
trataron de notificar la demanda a Sola Basic, pero enterado de la gravedad del
asunto, el entonces Alcalde electo, Jorge Astiazarán, pidió que se frenara,
para estudiar el tema y replantearlo en su oportunidad.
El camino ideal, en todo conflicto jurídico, es la
negociación. Sin embargo, este asunto quedó entrampado, en un callejón sin
salida. Ninguno de los protagonistas puede explicar, por qué el arrendamiento
de las luminarias, a 26 meses, se hizo por un monto de 144 millones de pesos,
si según un estudio del Regidor del MC, Luis Felipe Ledezma, economista,
conforme a precios de mercado, comprar las citadas luminarias, cuesta tan sólo
unos 30 millones de pesos. Y compradas, no rentadas.
Por lo tanto, si el Alcalde Astiazaran negociara,
en el sentido de que la proveedora termine de instalar las luminarias y arregle
las descompuestas, como si nada hubiese pasado, estaría validando presuntas
operaciones ilícitas, que implica el rentarlas a un precio exageradamente
altísimo. Además de que las luminarias seguirían siendo “en renta”.
Así es que, aquí “sólo hay de una sopa”, Astiazarán
tiene que denunciar formalmente el asunto, independientemente de reclamar la
nulidad del contrato de arrendamiento, por los presuntos ilícitos, o la nulidad
del mismo, y el tema entrará al terreno pantanoso de la vía judicial, que se
demorará en resolver, unos 7 u 8 años.
Mientras tanto, dentro de unos meses, las lámparas dejarán de funcionar,
y no se podrán reparar, pues son ajenas,
o sea rentadas, y Tijuana se quedará a oscuras, durante varios años. Al final,
será necesario adquirir dichas luminarias, pero en compra. Así es como el
cántaro se rompió. Se
cumple la sentencia de que “lo que mal empieza, mal acaba”.
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