Por : Gilberto LAVENANT
Quienes gobiernan, viven en un mundo de fantasía. Casi, en “El país de las maravillas” de Alicia. Para ellos, todo está correcto. Todo está bien. No hay hambre, no hay necesidades o carencias sociales. No hay inseguridad pública. Todo está en orden.
Nadie sabe explicar con claridad, qué es lo que les pasa a los gobernantes. El poder, evidentemente, les distorsiona los sentidos. No escuchan los clamores sociales. No ven las condiciones deprimentes en que viven muchos ciudadanos. Para acabar pronto, se muestran insensibles ante todo aquello que pudiese resultarles desagradable o que no vaya acorde a su mundo fantasioso.
Veamos, por ejemplo, el tema de la seguridad pública. Si bien es cierto que han disminuido los llamados delitos de alto impacto, los delitos comúnes, se han incrementado en forma más que alarmante.
La vigilancia policiaca, simple y sencilla es modesta, casi inexistente. Los delincuentes operan con toda libertad. Lo mismo roban vehículos, que desmantelan viviendas. Asaltan transeúntes a plena luz del día o inundan con drogas la ciudad.
Y no crean que esto ocurre solamente en las colonias periféricas. No, también es algo común en zonas céntricas. El pasado fin de semana, varias personas hicieron una manifestación de protesta, en la Plaza Minarete, un centro comercial ubicado en plena Zona Río. Están hartos de que al estacionar sus vehículos, para hacer alguna compra o acudir a algún expendio de comida, al decidirse a retirar se percatan que les rompieron los vidrios y robaron lo que tenían en el interior.
El sitio, no es una zona marginada. No es centro de reunión de malandros. Sin embargo, la vigilancia es prácticamente nula y la empresa propietaria o explotadora del estacionamiento, simple y sencillamente se niega a responder por los hurtos y daños que sufren.
En zonas habitacionales, ocurre lo mismo. Las casas abandonadas o no habitadas por sus propietarios, en espera de mejores tiempos para hacerlo, en breve tiempo son desmanteladas. Las llamadas de auxilio a las autoridades policiacas, nunca tienen respuesta.
Imaginen lo que ocurre en colonias periféricas. En zonas habitacionales marginadas, que no cuentan con alumbrado público, casi inaccesibles, en los que quienes las habitan no cuentan con las más elementales medidas de seguridad, como rejas o candados en sus accesos. Lo peor, es en aquellos casos en que se trata de mujeres solas, de madres solteras, con hijos menores de edad. Con frecuencia son vejadas, humilladas, maltratadas, asaltadas.
Y no sólo en seguridad pública ocurre todo esto. La vigilancia en vialidades, también es casi inexistente. El tráfico vehicular, se regula por los aparatos eléctricos llamados semáforos, que muchos no respetan, pues al fin y al cabo no hay nadie cerca para sancionarlos.
Conductores de táxis, calafias, autobuses urbanos, camiones de carga, de todos los tamaños, circulan libremente sin respetar señales de tránsito. Es raro ver circular a una patrulla. Las que circulan, parecen que andan de turistas, paseando de un lugar a otro.
Cuando en horas pico, el tráfico vehicular bloquea las vialidades, ni de remedio llega una unidad policiaca para imponer el orden. Cada quien circula por donde quiere, incluso en sentido contrario. Lamentablemente, cuando por casualidad aparece un agente, en lugar de agilizar la circulación, la entorpece aún más.
Una cosa más, la policía preventiva insiste en utilizar pick up, que son vehículos de carga, no permitidos legalmente para el transporte de personas, para detener, cargar y trasladar, a las personas que sorprenden en las calles y que “no demuestran su manera honesta de vivir”. Si a un particular lo detectan transportando personas, de inmediato lo infraccionan.
Quizás haya quienes aprueben tales “labores de limpieza”. Lamentablemente, muchas de las veces detienen a personas modestas, honestas, desempleados o que por las labores que realizan, como albañilería, por ejemplo, visten ropas sumamente deterioradas. Los detienen, por cometer el “feo delito” de ser pobres. Y de paso los exhiben por las vialidades, peor que si fuesen animales. Peor que si fuesen esclavos.
Y algo más, las instituciones responsables de vigilar el respeto a los derechos humanos, parecen estar ciegas, porque nada dicen sobre tales violaciones. Olvidan aquello que advierte que “tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata”. Dicho esto con todo respeto para los agraviados.
Viene al caso comentar todo esto, porque ayer el Alcalde de Tijuana, Carlos Bustamante Anchondo, tuvo una reunión con funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, encabezados por el titular de dicha dependencia, Alberto Capella Ibarra.
Entre otras cosas, el munícipe se jactó de que el trabajo en seguridad pública, ha sido el mayor acierto de su administración. Seguramente no vive en Tijuana y cuando está en la ciudad, permanece encerrado en su oficina del Palacio Municipal. Seguramente.
Entre otras cosas, respecto a dicha reunión, Bustamante dijo : “Sin duda, uno de los temas de más relevancia al inicio de mi mandato, ha sido el reducir el índice delictivo en la ciudad. Con base en los resultados obtenidos por la Policía Municipal, podemos constatar que el trabajo en seguridad pública ha sido nuestro mayor acierto, logrando restablecer el orden en Tijuana”. El “mayor acierto”. Ufff.
A posturas jactanciosas como esa, se les llama “cuentas alegres”. Sin duda alguna, no coinciden con el parecer de los clientes de Plaza Minarete. Quizás ni sabe donde se ubica. Peor aún, no coincide con la angustia de quienes habitan en la periferia de Tijuana.
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