Por : Gilberto LAVENANT
La falta de espacios educativos, en todos los niveles, es uno de los problemas más graves en Baja California. Sin embargo, nadie, absolutamente nadie, se preocupa por ello.
El problema se dá desde preescolar. Los padres de niños en edad de ingresar a jardínes de niños, viven condiciones dramáticas para lograr un espacio para sus hijos. La mayoría, se ven obligados a pagar escuelas particulares, aunque para ello tengan qué limitar gastos relativos a otras necesidades.
En los niveles de primaria y secundaria, es quizás más grave. En educación media superior, ni se diga. Como las solicitudes para exámenes de nuevo ingreso, se hacen por internet, los espacios se agotan en unos minutos. Amoladas las familias que no tienen a la mano este tipo de servicios o desconocen el manejo de estos adelantos tecnológicos.
Sin embargo, los rechazados que más preocupan, son los que aspiran a cursar estudios superiores. Es el último paso para lograr la superación personal a través del estudio. Y preocupan, no porque los de niveles menores de educación sean menos importantes.
Preocupan, porque los jóvenes, en edad de ingresar a instituciones de educación superior, y son rechazados, ya sea por falta de cupo de los planteles, o por bajo rendimiento al presentar los exámenes de admisión, al verse obligados a abandonar el camino de la superación por la vía del estudio, quedan expuestos a todo tipo de actividades criminales.
Es frustrante, pasar unos 15 años estudiando, y cuando están a punto de dar el último paso, o al menos uno de los últimos, que es la educación superior, ven trunco su camino, y no les quede otra alternativa más que acudir a laborar a una maquiladora o a realizar labores generales en una empresa cualesquiera, o dedicarse a delinquir.
Y no es que esté fallando la Universidad Autónoma de Baja California o el Instituto Tecnológico de Tijuana, instituciones públicas que están soportando la responsabilidad de atender la demanda de educación superior. Lo que pasa es que no reciben el apoyo suficiente del gobierno, sea estatal o federal.
Tan solo en la UABC, en el reciente proceso de selección de alumnos de nuevo ingreso, participaron aproximádamente 30 mil jóvenes, de los cuales solamente 18 mil 400 obtuvieron un espacio. El resto, unos 12 mil, aproximádamente, fueron rechazados. Quedaron a expensas de los criminales.
Imaginen lo difícil que ha de ser, para todos esos rechazados por nuestra Máxima Casa de Estudios, ver rotos sus sueños, sus aspiraciones, sus proyectos. Aunque el estudio no es garantía de empleo, la preparación profesional, permite aprovechar mejores oportunidades.
Pero esos rechazados, son como seres invisibles. Nadie los ve. Nadie los escucha.
El gobierno, sea federal o estatal, “navega de muertito”, para que nadie le reclame. Mejor que pase desapercibido. Que les reclamen a otros. Ni el Presidente Enrique Peña Nieto, ni el Gobernador José Guadalupe Osuna Millán, por mencionar a dos de los principales co-responsables de esta tragedia, han hecho el mínimo intento para convocar a los expertos en educación, para hacer frente a este problema.
Organismos como COPARMEX o el Concejo Coordinador Empresarial, ni de chiste quieren entrarle a este asunto. Cubren las apariencias, manifestando interés por los requisitos y formalidades de la capacitación y evaluación de los trabajadores al servicio de la educación. Hasta ahí.
No se escucha, para nada, que convoquen a la sociedad, a estudiar el problema educativo de la falta de cupo en las instituciones públicas. Quizás se deba a que esta problemática les beneficia, pues les abre la oportunidad de hacer negocios en torno a la educación.
Cada día surgen más y más instituciones de educación superior, de carácter privado. Al menos en Tijuana, operan más de 20 universidades privadas. Algunas, definitivamente, de las llamadas “patito”.
Y ocurre algo especial. Es tanta la demanda de educación, que las autoridades educativas, a todos los niveles, se dan el lujo de seleccionar y admitir, a los alumnos con mejores promedios. Sin importarles cuestiones de derechos humanos y la garantía constitucional a la educación, rechazan a los de bajo promedio.
Esto genera una situación sumamente lamentable. En México, los pobres, o sea de precaria economía, y de mediano o bajo coeficiente mental, están condenados a vivir en condiciones infrahumanas. Cual si fuesen esclavos. La pobreza, y el poco entendimiento, son peores que pecados. Casi al nivel de delitos.
Y nadie les dá la mano, porque suponen que eso es normal. Si nacieron pobres, pues pobres se quedan. De paso, la pobreza les mantiene en bajos niveles intelectuales, y les cierran las oportunidades y posibilidades de aspirar a mejores condiciones de vida.
Son como esclavos. Para ellos son los empleos peor pagados. Ellos constituyen los cinturones de miseria. Son “carne de cañón” para los criminales. Obligados a punta de pistola, o por mera sobrevivencia, delinquen. Muchos terminan en prisión y otros más pierden la vida.
Juventud, sangre nueva, vitalidad plena, condenada a la marginación, por un sistema político, económico y social, injusto, discriminatorio y explotador.
Y los políticos, los que salen, presumen que están haciendo bien las cosas. Los que entran, ni siquiera han contemplado alguna acción urgente en torno a este problema. Lamentable.
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