Por : Gilberto LAVENANT
Con frecuencia se hacen comparaciones de los estilos o formas de hacer política en México, respecto a otros países. Muchos factores hacen aparecer que los políticos estadounidenses, por ejemplo, son más propios, o más correctos. Más apegados a la legalidad. Que los mexicanos, son todo lo contrario.
Incluso, es frecuente hacer chistes sobre estas cuestiones. En un diálogo entre un estadounidense y un mexicano, el vecino del norte presume que él, puede pararse frente a la residencia oficial del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica y criticarlo o hacerle reclamos. El mexicano, tratando de demostrar que tiene la misma valentía, advierte que también él puede hacerlo y decirle una serie de reproches a Obama. Claro, omite mencionar esa posibilidad frente a la residencia oficial del Presidente de México.
Son muchos los factores que hacen la diferencia, entre políticos de ambos países. El bipartidismo estadounidense dá ciertas libertades, que el pluripartidismo mexicano no respalda. Allá, teniendo dos partidos políticos casi del mismo tamaño, constantemente están en competencia. Los políticos saben que se portan bien, o los rivales los desplazan.
En México, el pluripartidismo genera corrupción, libertinaje, sometimientos, generalmente en beneficio de los políticos, pero en perjuicio de los ciudadanos comúnes y corrientes. Allá, una infidelidad sentimental, de un alto político, provoca un escándalo, que en algunas ocasiones puede ocasionar el cese o renuncia del personaje.
En México, los ilícitos de los políticos, son algo cotidiano, prácticamente intrascendentes. Entre más corruptos, más famosos. En el peor de los casos, lo único que generan es envidia y a lo más que se llega es a los linchamientos mediáticos. En algunos casos, en especial por circunstancias especiales, que pueden ser de índole personal o políticas, los procesan penalmente. Gordillo y Granier, son ejemplos de ello.
Otro aspecto que hace la diferencia, es que en la Unión Americana, la tecnología y la capacidad económica, les ha permitido contar con sistemas informáticos muy sofisticados y de enorme capacidad, que controla la existencia y vida de todos los individuos. Con anotar el nombre de una persona, en casi cualquier computadora del gobierno estadounidense, de inmediato se puede conocer la vida y milagros del individuo en cuestión.
En México, en la mayoría de gobiernos, apenas si están empezando a adquirir y establecer sistemas informáticos de mediana capacidad. Para muchos trámites, todavía se recurre a los viejos procedimientos a base de “original y siete copias al carbón”. Los mexicanos, en general, y en particular los políticos, no están sujetos a los controles que rigen a los estadounidenses. Aquí no se sabe ni dónde nacieron, si viven o ya están muertos.
Prueba de ello es el caso de un perredista que simuló su muerte, mediante una acta de defunción falsa, para lograr eludir acción penal en un asunto de violación, registrado en 2004. En el 2013, participó como candidato a alcalde de un pequeño municipio de Oaxaca, y ganó. Claro, descubiertos los hechos, no alcanzó a tomar posesión y ya fue capturado.
Frecuentemente se detectan casos de policías, con antecedentes penales en otras entidades. Los criminales emigran a otras partes del país, y se convierten en “inocentes palomitas”. La falta de un sistema informático nacional, permite esas cosas y muchas más.
Pero, insistiendo en las cuestiones de índole sexual, por parte de políticos, los vecinos del norte “traen de la cola” al Alcalde de San Diego, California, Bob Filner, acusado de acoso sexual. Las acusaciones parecen acumularse. Indignados los sandieguinos, ya piden su destitución.
Ese tipo de acusaciones, en la política mexicana, no pintan. A lo más que se llegan es a elevar la popularidad del político. Los mexicanos son acosadores sexuales, por naturaleza propia. Y lo presumen.
En México, los asuntos de frivolidades, infidelidades e incluso desviaciones sexuales, solamente generan chistes, bromas o “chascarrillos”. De ahí no pasa.
Lo vimos en el pasado proceso electoral. El diputado panista, Rubén Alaniz, se vió involucrado en un presunto asunto de pederastía, con un supuesto menor de edad. Se armó un escándalo, pero de ahí no pasó. El político sigue en su cargo, la autoridad no dió muestras de interesarse en investigar el caso. Nadie pidió su cabeza.
En otro asunto, el ahora presidente electo de Playas de Rosarito, Silvano Abarca Macklis, en plena campaña fue acusado de haber procreado un hijo, al sostener relaciones con una jovencita menor de edad. De ser ciertos los hechos, son constitutivos del delito de estupro y debería ir a prisión, en lugar de gobernar al quinto municipio de Baja California.
Pero, como dice el dicho : no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre. En el caso de los políticos mexicanos, corruptos y libertinos, son muchos los corresponsables. En primer lugar los partidos políticos, que no vigilan la conducta de sus integrantes. Ni siquiera cuando se postulan para ocupar puestos de elección popular.
También es responsabilidad de las autoridades encargadas de la procuración de justicia, que generalmente operan con sentido político, pero para favorecer a los políticos. Si en algún asunto resulta involucrado cierto personaje, en lugar de proceder en su contra, se le protege a toda costa. Es más, sin importar el partido político al que pertenezca.
Si el alcalde sandieguino, Bob Filner, supiera esto, seguramente de inmediato se nacionalizaría mexicano, se integraría a la política en territorio mexicano y “le daría vuelo a la hilacha”. En verdad que dá pena, el poco nivel moral de los políticos mexicanos.
Si el Alcalde Bob Filner, fuera funcionario en Baja California, por ejemplo, se estaría carcajeando, antes las acusaciones por acoso sexual. Aquí, sería famoso. Nada más.
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