Por : Gilberto LAVENANT
Cada día
que pasa, los políticos van de mal en peor, en cuanto a sus conductas
desviadas. Igualmente pasa con los partidos políticos, no podría ser diferente.
Hace mucho tiempo que abandonaron la discusión de las ideas políticas, y hoy,
lo suyo, son las prácticas viciadas, los ingresos indebidos, el alcanzar el
poder, no para combatir a los rivales políticos que dan la espalda a los
gobernados, sino para hacer lo mismo, o peor.
La
política, es la “industria” más “rentable”. Los políticos, entran pobres a la
función pública, y salen ricos. Exageradamente ricos. Groseramente ricos. Al
grado de que muchos empresarios, que durante años han luchado por mantener sus
fuentes de trabajo, no ocultan sus deseos de cerrar las puertas de sus empresas
y meterse a la política.
Para ser
empresario, se requiere capacidad, habilidad, coraje, ser visionario y luchar contra
su principal “socio”, el gobierno. Para ser político, con ser mañoso, proclive a
la corrupción, cínico, desvergonzado, basta. Los empresarios, arriesgan su
dinero, y muchas veces lo pierden. Los políticos, no requieren dinero, sólo
bolsillos grandes, para retacarlos del dinero mal habido.
Luego de
70 años en el gobierno, sin permitir que nadie se encaramara a la mesa de la
administración pública, el Partido Revolucionario Institucional se hizo “merecedor”
de todos los adjetivos, habido y por haber : corruptos, traidores a la patria,
demagogos, y tantas cosas más.
Los
partidos pequeñines, aquellos que tenían qué conformarse con hacer política en
la banqueta, presumiendo ser democráticos, honestos, paladínes de las causas populares,
apenas probaron las mieles del poder, incurrieron en los vicios, que tanto
criticaban. Ahora, lo único que los distinguen, son las siglas, porque en
cuanto a las mañas, es lo mismo.
Por eso
las luchas encarnizadas al interior de los partidos, como PAN y PRD. El
discurso de antaño, ya no encaja en su “modus vivendi”. Los pocos políticos
decentes, aquellos que confrontaban con la palabra y el ejemplo, los que eran reconocidos ampliamente hasta por
sus propios rivales partidistas, prácticamente ya se han extinguido.
Ya
olvidaron la pulcritud y los buenos modales que presumieron durante tantos años
como simple oposición, sin opción alguna
a ocupar algún cargo en la administración pública. Los panistas, fueron los
primeros en disfrutar las riquezas del gobierno. A partir de 1989, cuando en
Baja California, un fenómeno político conocido como “la ruffomanía”, les dió la
primera gubernatura. Hace 25 años de eso.
Hoy, a muchos panistas les dán asco, las prácticas
desviadas de sus militantes e incluso de sus dirigentes. Hace unos días,
Fernando Elizondo Barragán, quien fuese gobernador de Nuevo León, anunció que
renunciaba al PAN, decepcionado por la corrupción, opacidad, clientelismo y
desvío de recursos.
Lo hizo, mediante una carta enviada al dirigente
nacional Gustavo Madero. En la misiva, le dijo que se siente entristecido,
porque en el PAN “los males se han generalizado y han alcanzado los más altos
centros de decisión, precisamente donde se podrían tomar las decisiones para
poder corregirlos”.
El expanista, manifestó que ingresó al PAN, con la
creencia de que el partido era el instrumento para “la construcción del México
del futuro”, pero que se percató de que la institución “adoptó numerosas
prácticas que siempre combatió.
Destaca las prácticas viciadas del PAN : “La corrupción,
la opacidad, el acarreo, la afiliación masiva, la compra y coacción del voto
interno y externo, el uso de recursos públicos para fines partidistas, el
clientelismo, los puestos públicos como botín, la subordinación al bien común
en beneficio personal o de grupo, la mentira y el cinismo como estrategias”.
A
propósito de dicha renuncia y de las condiciones que guarda actualmente el Partido
Acción Nacional, el paisano y colega, Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido
como Catón, en su columna “De políticos y cosas peores”, correspondiente al
miércoles 26 de febrero, dedicada principalmente a contar chistes subidos de
color, dedica amplio espacio al desastre del panismo.
Dice Catón, que : “Atrás quedaron los lejanos
tiempos en que el PAN era llamado “el partido de la gente decente”. Una cínica
frase de aquella época afirmaba que había tres clases de pendejos: los que
sembraban de temporal, los que compraban billetes de la Lotería y los que
votaban por el PAN”.
Refiere que : “Aún así, con sus derrotas
sempiternas, los panistas eran objeto de general respeto, pues se sabía que
quienes militaban en Acción Nacional no lo hacían por interés, sino por
mística. Ser panista equivalía a ser apóstol de la honradez política, buscador
de esa bella utopía llamada democracia”.
Recuerda que su maestro de Derecho Administrativo,
en la Facultad de Derecho de la UNAM, don Andrés Serra Rojas, les decía: “En
política el triunfo es como el bautizo: borra todos los pecados”. Observa que,
tratándose del PAN, la cosa fue al revés: “los triunfos lo pusieron en el
camino del pecado”.
Subraya que cuando el PAN empezó a ganar, empezó a
perder. Dice que en tiempos de Salinas, los dirigentes panistas se avinieron a
entrar en concilio de malos. Advierte que con eso empezó la decadencia moral de
esa organización, que alguna vez fue de adalides y que muy pronto se tornó en
botín de ganapanes. El PAN, conocido
comúnmente como “blanquiazul”, en relación a los colores blanco y azul, de su
logotipo, hoy debe ser reconocido como “negroazul”. El blanco, está sumamente
sucio. Casi negro.
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