Metamorfosis
política.
Por : Gilberto LAVENANT
La política, es la actividad en la que el
individuo se transforma, con una rapidez extraordinartia. Individudos
sencillos, modestos, de una condición humilde, apenas asumen un cargo de cierta
relevancia y se transforman. De un día para otro, son irreconocibles.
No en cuanto a su aspecto físico. La
estatura, la complexión, siguen siendo las mismas. Podría decirse que no fueron
muy agraciados por la naturaleza, pero ellos se sienten como que desbordan
galanura. Es cuestión de actitudes. Pareciera que nacieron con “pañales de
seda”.
Un día, como muchos otros antes, son, como
cualquier otro ciudadano, comúnes y corrientes. Por lo tanto, acceden a
platicar con sus conciudadanos. Intercambian puntos de vista sobre cualquier
tema. Escuchan, exponen. Parecen atentos a la voz popular.
Pero esos individuos, un día, por cuestiones
meramente circunstanciales, reciben la oportunidad de ser designados en un
puesto de tercera o cuarta categoría, y de inmediato se transforman en otros
totalmente distintos a los que siempre fueron.
Se les nota el cambio. El nivel alcanzado,
no es la gran cosa, pero se sienten en las nubes. Se le llama “el síndrome del
ladrillo”. Están a sólo unos centímetros del suelo, pero sienten que andan por
los cielos.
El personaje aquel, intrascendente, que al
encuentro de los amigos ocasionales, siempre fue atento, cordial, de repente,
aunque bajo de estatura, se siente gigante y mira sobre el hombro a los demás.
Pasa a un lado, y ya no saluda. Si acaso, un
gesto de cortesía, pero hasta ahí. En todo caso, se abstrae, no dá pie a más
que el saludo. Como que los demás, son simples mortales, que no merecen
convivir con él, o con ella, según sea el caso.
Cuando era un ciudadano de a pie, se
mostraba agradecido porque alguien le dirigía la palabra. Hoy, ya casi “un
rey”, según él, o ella, elude hasta el saludo.
Si lo buscan en su oficina, deliberadamente
retarda la entrevista. La agenda no se lo permite, argumenta arrogante. Piensa
que todos los que le buscan, van a solicitarle chamba o algún favor especial, y
él, o ella, no está para eso. Que hagan fila, que realicen el trámite
correspondiente, como lo marca la Ley. Nada más eso faltaba, que tuviese que
facilitarles las cosas.
Ya en el interior de su oficina, se acomoda
en su enorme sillón, en un intento por verse grande. Atiende el teléfono,
aunque se trate de llamadas intrascendentes, pero que le permiten parecer un funcionario
con múltiples responsabilidades y ocupaciones.
Muestra prisa por terminar el diálogo. No
puede perder el tiempo, con quienes no le reditúan ningún beneficio económico,
o político. Con quienes son menos que él, o ella.
Esto lo pueden comprobar, sobre todo en
estos momentos de inestabilidad política. Muchos dejaron tirada la chamba, para
ir en busca de posiciones de elección popular, o administrativas de cierto
nivel, luego del cambio del gobierno federal, de panista a priísta.
Obvio, dejan posiciones menores, que ocupan
otros, muchas de las veces sus auxiliares directos, aquellos que nunca se
imaginaron “subirse a ese ladrillo”. Pero lo lograron, y el “mareo”, es inocultable.
Esta metamorfosis se refleja también en los
políticos que andan en campaña. Tanto los que ostentan alguna candidatura, como
sus cercanos, que andan trás alguna chamba en la administración pública. La
política, es la vía más simple y efectiva, para lograr riquezas.
Esos individuos, hombres o mujeres, son
exageradamente simpáticos, atentos. Informales en su trato. Parecen compas de
todos. No permiten que nadie les hable con formalidad. De inmediato piden que
los tutéen.
Pero apenas pasan los comicios, y “si el
voto popular les favorece”, en cuanto llegan a la posición que buscaban, se
transforman. Aquellos individuos, que de candidatos eran todo simpatías, se
convierten en seres intolerantes, de difícil acceso. Y cuidado que alguien les
hable de tú, sin ser amigos. Estallan y reclaman respeto.
Parecen verdaderos monarcas. Sienten que
llegan a la administración pública, por mandato divino. Ya en la chamba, el
voto popular no cuenta.
Les resulta exageradamente difícil.
Relacionarse con “la prole”. Para ellos, las clases sociales cuentan mucho. Los
niveles sociales, son insalvables. Guardan la ropa de campaña, para la
siguiente contienda, y a lucir los trajes de diseñador exclusivo.
Y se dá, otro efecto de esta metamorfósis :
súbitamente, sufren de amnesia. Si alguna promesa hicieron en campaña, ya no la
recuerdan. Dicen que no regresan a las colonias a donde fueron a pedir el voto,
no porque no quieran hacerlo, sino porque ya ni siquiera recuerdan que existen.
Lo de ellos es andar siempre en avión, de un lado a otro.
Si lo dudan, pregunten por quienes en el
2012, anduvieron, aquí y allá, desesperados, solicitando el voto popular. A los
candidatos a diputados federales, o senadores, ya ni los recuerdan, porque no
regresaron a cumplir lo prometido.
Observen, si es que alguno de quienes
actualmente son diputados locales, andan apoyando a los candidatos que buscan
la posición que ellos ostentan. Que se sepa, ninguno hace nada al respecto.
Observen, a quienes en fechas recientes hayan asumido un cargo. Cerciórense de
la metamorfosis que reflejan. Por lo que respecta a los políticos en campaña,
tómenle fotos, o videos, pues dentro de poco, serán irreconocibles. Tan
pequeños que son los ladrillos, y marean.
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