Su intervención fue clave para calmar el sangriento motín de la penintenciaria de la mesa en el 2008
TIJUANA -El pasado jueves murió, a los 86 años de edad, Sor Antonia
Brenner, fundadora de las Siervas Eudistas de la Undécima Hora y protagonista
de una historia de entrega a los presos que recuerda a la de la española Sor
Tripi. Aunque en el caso de esta religiosa norteamericana de origen irlandés lo
llamativo no es sólo su entrega personal (vivió durante cuarenta años en la
misma cárcel de Tijuana, en una celda), sino su trayectoria vital anterior.
Nació en 1926, llamada Mary Clarke, en California, en una
exclusiva mansión de once dormitorios en Beverly Hills, en el seno de una
familia católica acomodada. Se casó joven, se divorció y se volvió a casar, y
era madre de siete hijos. Estaba volcada en obras de caridad, bajo la guía
espiritual de un sacerdote, Anthony Browers, en homenaje al cual adoptaría
luego, como religiosa, el nombre de
Antonia.
En 1965, durante una visita a la penitenciaría de La Mesa
durante un viaje para llevar medicinas a Tijuana, al otro lado de la frontera
mexicana, empezó a barruntar lo que sería luego su vocación final. En 1977, una
vez que todos sus hijos tenían la vida encauzada, vendió todas sus posesiones e
inició su vida consagrada.
En la cárcel
En ese momento, y dada la irregularidad de su situación, no
podía entrar en comunidad, pero recibió permiso para hacer votos privados y
llevar hábito, y regresó a dicha cárcel para integrarse en ella y ayudar y
orientar a los presos. Empezó a ser conocida como "el ángel de la
prisión", y vivía en una celda muy sencilla en un pasillo oscuro, con
vistas a la torre de vigilancia. Pero nunca hizo falta esa protección, porque
incluso cuando tuvieron lugar en el centro incidentes y motines (en 2008 hubo
doce muertos), ella siempre fue respetada.
En sus últimos años, aquejada por problemas cardiacos y una
enfermedad neuromuscular, dejó la celda y pasó a vivir en la enfermería del
convento de su congregación, aunque visitaba La Mesta con frecuencia y
continuaba con sus gestiones en favor de los reclusos.
Aunque rechazaba los delitos, se compadecía de los
delincuentes y aplacaba su violencia: "En cuanto entra una mujer con velo
blanco, saben que hay alguien que les ama, y entonces se hace el silencio,
llegan las explicaciones y las peleas se acaban", declaró a Associated
Press en 2005.
La Madre Antonia también ayudaba a los funcionarios de
prisiones, y fundó una asociación de apoyo económico a ellos y a sus familias a
raíz del asesinato de un policía en 1997, quedando los suyos en situación muy
complicada. Nadie en el ámbito carcelario quedó sin recibir su apoyo y el de
sus religiosas.
Y, como centro de su vida, la oración: "Siempre paso
los viacrucis pensando en mis hijos [los presos] y estoy feliz. ¿Qué hora es la
mejor hora del día? La hora de la misa", declaró en una entrevista.
Reconocimiento diocesano
Quienes en los años setenta eran obispos de Tijuana, Juan
Jesús Posadas, y San Diego, Leo Maher, viendo la eficaz labor de Sor Antonia,
decidieron apoyarla, y monseñor Posadas la asimiló a la orden mercedaria,
consagrada a los presos, para que pudiese ser religiosa.
Luego fundó en 1998 las Siervas Eudistas de la Undécima
Hora. Eudistas, por su espiritualidad basada en San Juan Eudes (1601-1680), y
de la Undécima Hora, en alusión a la parábola evangélica de las últimas
llamadas, pues la congregación, por la naturaleza específica de su misión, sólo
admite mujeres en edad madura. En 2003 obtuvo el reconocimiento canónico del
obispo de Tijuana, Rafael Romo.
La muerte de Madre Antonia ha conmocionado a los presos y
funcionarios de La Mesa, pero su recuerdo no se apagará. Desde 2007, una calle
adyacente a la prisión lleva su nombre y servirá para recordar su mensaje.
"¿Quieres una vida interesante?", decía: "¿Quieres una vida con
ganas, con entusiasmo, con gozo, con comprensión? Reza al Espíritu Santo todos
los días, pero además busca a quien tú puedas servir”.
Con información de http://religionenlibertad.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario