por
Gustavo Adolfo Póker
LAS EXPRESIONES que recordamos,
invariablemente delatan nuestra edad física. Si quieren involucrarse en el
futil ejercicio de estimar mi edad, déjenme decirle que soy de los tiempos en
que la expresión “clavarse un puñal” era sinónimo de quitarse la vida, no de
ganársela.
Soy también de los tiempos en que,
socialmente, la virginidad cotizaba alto en la escala de valores. La ceremonia
donde la novia, portando alba vestimenta, unía sus destinos a los de
distinguido caballero, era sinónimo de la virtud -y paciencia- de la impoluta
contrayente, así como pendón de orgullo para los dedicados paterfamilias. Una
historia de cuchicheos y descrédito social estaba destinada para aquellas que
llegaban al matrimonio sin haber mantenido la virtud, tras haber desechado la doncellez
en un pasional e irreversible trance.
Como las novias no virtuosas, los partidos políticos que participan en
el presente proceso electoral, se dejaron llevar por el arrebato pasional de
los ataques y las campañas negras. Se rindieron ante las seductoras artes de
los profesionales de la denostación, y haciendo caso omiso del qué dirán,
aflojaron y cooperaron para que la fiesta cívica degenerara en aquelarre
electorero.
La virginidad se perdió y ya nada podrá ser igual. Aunque mañana se
desdijeran de sus expresiones todos los que han abierto la boca para agredir, y
han señalado con índice acusador a delincuentes -presuntos o probados- a través
de ataques, señalamientos y pronunciamientos negativos contra las coaliciones,
los partidos, los candidatos, sus propiedades y sus tropiezos, nada será ya
igual. Nunca podrán volver las cosas al estado que guardaban antes de que
dieran inicio las campañas negras. La
virginidad no sólo no se cuidó, degeneró en promiscuidad.
Un diputado estigmatizado como
pederasta; un gobernador que interviene sin el menor recato en el proceso
electoral, y que encabeza un vergonzoso esfuerzo oficial para apoyar a su
candidato, disfrazado de publicidad institucional; tres ex alcaldes, uno de
ellos que busca llegar al congreso vía plurinominal, señalados de haber
malversado 2 mil millones de pesos; un candidato a gobernador del que dicen que
se apropió indebidamente de predios cuando fue alcalde, formalmente acusado de
peculado; otro al que acusan de tener un apodo muy feo y al que también planean
plantarle una acusación formal; un debate en el que el tema principal es: qué
es peor, ser pederasta u homosexual. Realmente es este el punto al que
queríamos que llegara este proceso de renovación de gobernador, alcaldes y
diputados? Es este el nivel de madurez que como sociedad queremos presumir? Es
esta la oferta electoral con la que los partidos piensan conseguir el voto de
los ciudadanos? Me daría pena contestar que sí a cualquiera de las
interrogantes.
Nos cansamos de decirlo en todos los tonos y de todas las maneras: no
nos enganchemos en las sucias estrategias de Antonio Solá, el españolete
nacionalizado mexicano, cuya única habilidad es la de sembrar el odio entre
hermanos a partir de estrategias de ataque y descalificación, para de ahí
despegar en busca de posiciones electorales. El creador de la campaña “AMLO es
un peligro para México”, que le alcanzó a Felipe Calderón para imponerse a
Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial de 2006, dejó ver su
mano tras las campañas de ataques sistemáticos con que los panistas iniciaron
la campaña en Baja California.
Lo demás solo fue consecuencia, resultado lógico y respuesta a las
campañas negras. Los señalamientos y ataques fueron subiendo de tono, y en esta
campaña de ataques, curiosamente, y contra todo lo que se pudiera suponer, el
fuego sostenido provenía no sólo de los adversarios, sino que muchas veces los
candidatos fueron víctimas de impactos provenientes de ráfagas lanzadas por los
propios correligionarios, el famoso “fuego amigo”.
Ejemplo claro de estos ataques emboscados, lo constituyen el famoso
video de las “kikadas”, filtrado por panistas que buscaban dejar fuera de la
contienda por la gubernatura a Francisco Arturo Vega, y más recientemente, el
comprometedor audio de la conversación entre el diputado Rubén Alanís y un
supuesto menor de edad identificado como “Joel”. Escuchar la grabación, a
reserva de una opinión profesional, causa la impresión de que “Joel” sabe que
la conversación está siendo grabada, a diferencia de su contraparte, que parece
desconocer que lo están grabando y por ello no se limita a expresar lo que
siente. Como haya sido, haber llevado los ataques -y las traiciones de los
propios- a este nivel, simplemente trajo como consecuencia que las respuestas
fuesen cada vez más fuertes.
La virginidad es un tema con mil
acepciones e interpretaciones, a cual más de válidas y respetables, que con el
tiempo ha sido desprovista de la solemnidad de antaño. También la política. Entendemos
que como seres humanos, quienes aspiran a gobernarnos también están expuestos a
errores y tentaciones. Tampoco esperamos pureza y perfección en ellos, buscamos
funcionarios que llenen razonablemente el nivel de exigencia que demanda la
responsabilidad de servir a los demás, a través del trabajo y la experiencia,
no a través del ataque repetitivo y la estridencia mediática. Ese esquema
funcionó en otros tiempos, pero también pasó ya de moda.
Grabaciones, acusaciones
Ataques, descalificaciones
Denuncias entre coaliciones
¿A esto llaman elecciones?
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