Por : Gilberto LAVENANT
Aunque no lo
reconocen abiertamente, los priístas de todo el país están desconcertados. El
pasado 5 de junio perdieron 5 de 12 gubernaturas, lo que después de todo dió
lugar a la renuncia de su dirigente nacional, Manlio Fabio Beltrones.
El
desconcierto fue mayor, pues además de que no encuentran justificación a la
salida de Beltrones, de la dirigencia nacional, no pueden responsabilizar de
ello al Presidente de la República Enrique Peña Nieto.
Incluso para
el propio Beltrones fue difícil. No solamente tomar esa decisión, sino el darla
a conocer, sin que apareciera como un rompimiento de relaciones con el Primer
Mandatario.
Llegar a esa
posición, requirió de la anuencia, visto bueno o aceptación de Peña Nieto.
Nadie le renuncia al Presidente, sin herir susceptibilidades.
La
dirigencia máxima del PRI, no forma parte del gabinete presidencial. Pero como si
lo fuera.
En especial,
en el caso de Beltrones, que aunque jura que en estos momentos no está en su
mente la candidatura priísta por la Presidencia de la República, muchos saben
que es el candidato natural para ello.
Las derrotas
electorales del 5 de junio, fueron un feo tropiezo no solamente para el PRI,
sino para el propio Beltrones. El triunfo le hubiese allanado el camino hacia
la candidatura presidencial. Las derrotas, manchan su proyecto político.
No pudo
soportar el fracaso. Sin reconocerse como autor o responsable del mismo. Tenía
que asumirlo como propio, sin responsabilizar al Presidente Peña Nieto.
Por eso, a
lo más que llegó, en su discurso de despedida, fué lamentar que los avances
logrados en las reformas estructurales, no se hayan reflejado en mejorías en
los bolsillos de los mexicanos.
Beltrones se
niega a aceptar, al menos públicamente, que decisiones o propuestas
presidenciales, afectaron las preferencias electorales de los candidatos
priístas, como la de proponer reformas a la Constitución sobre los matrimonios
igualitarios o entre homosexuales, sin tomar en cuenta que más de 80 millones
de mexicanos son católicos y para los cuales la figura del matrimonio es una
figura fundamental, prácticamente sagrada.
Como
priísta, Beltrones puede asumir que es incorrecta la postura presidencial, pero
no como máximo dirigente del priismo. Por eso, se vió en la necesidad de
retirarse, en tanto pasa la tormenta.
Manlio
Fabio, aunque habla con firmeza, muestra preocupación, porque el PRI no está
preparado para hacer frente a la próxima contienda presidencial. Básicamente,
requiere voluntad para juzgar y castigar a sus malos elementos, para combatir
la corrupción y frenar la impunidad.
Por el
momento, tiene desconcertados a los priístas, porque tiene que lograr ese
cambio de actitudes, a partir de convencer de ello al propio Presidente Peña
Nieto, sin que le represente un rompimiento. Es obvio que como máximo dirigente
del priísmo, no pudo.
Para los
políticos rivales de los priístas, el papel es relativamente sencillo. Tienen
en el presidente de la República a su principal “sayo”. Para los priístas, es
difícil e incómodo, decir que el Presidente Peña Nieto está equivocado.
En esa
condición de incomodidad se encontraba Beltrones. Por eso, básicamente, tuvo
que renunciar. El problema es que aún muchos priístas no entienden su postura. Ni
el propio Peña Nieto.