Por : Gilberto LAVENANT
A la vista de muchos, sin entrar en honduras, los cinco alcaldes priístas de Baja California, que esta semana concluyen su gestión, hicieron lo que pudieron. La innegable crisis financiera que afrontaron, y que ellos mismos agravaron, es un magnífico pretexto para tratar de justificar que no pudieron hacer más.
Pero ocurre, que los ciudadanos comúnes y corrientes, e incluso integrantes de sectores, que deberían estar al pendiente de las labores que realizan los gobiernos municipales o el estatal, como el económico o el profesional, algunos por mera flojera y otros por intereses creados, prácticamente dieron por bueno lo realizado.
Sin embargo, la verdad es que son meras apariencias. Como en las casas, en donde se acostumbra recoger o barrer la basura, por encimita y la gran parte de ella, suelen esconderla bajo la alfombra, o en los rincones que no están a la vista.
Sin temor a equivocaciones, de los cinco alcaldes que terminan, no se hace uno. Todos incurrieron en excesos y desviaciones en el gasto público. Evidentemente, todos resultaron ser pésimos administradores.
De mayor a menor, en principio por meras apariencias, por encimita, en el sentido negativo, destaca el ensenadense Enrique Pelayo Torres. Ni siquiera se atrevió a hacer el tradicional evento social y político de rendición del tercero y último informe de gobierno. La verdad es que no tenía mucho que informar, pues las frivolidades, caprichos y acciones absurdas, casi todas son conocidas por los residentes del puerto.
Aún así, si su sucesor, Gilberto Hirata Chico, si quiere evitar incurrir en complicidades, deberá informar a la ciudadanía del puerto, lo que Pelayo hizo mal. Incluso, deberá darle curso ante las instancias correspondientes, para que le finquen responsabilidades y se proceda en consecuencia. Ya basta, que por tratarse de compañeros de partido, se tapen sus cochinadas.
Sigue, en orden de importancia, negativa, el jóven Javier Robles Aguirre, Alcalde de Playas de Rosarito. Si el gobierno del quinto municipio de Baja California, fuese una empresa privada, ya lo hubiese declarado en quiebra o embargada por todos los acreedores, y las puertas de las oficinas gubernamentales selladas con banderas rojinegras.
Para su desgracia, su sucesor es del partido rival al suyo. El panista, Silvano Abarca Macklis, se va a dar gusto, exhibiendo las cochinadas que descubra. Sobre todo, aquellas que llevaron a la quiebra a dicho ayuntamiento.
Le sigue, el alcalde de Tecate, Javier Urbalejo Cinco. Aparentemente serio, muy propio, pero, como dicen popularmente, dejó todos los platos rotos. Endeudó al ayuntamiento tecatense, a más no poder. Ni modo de recomendarlo para otra chamba.
El sucesor, César Moreno, tendrá que hacer milagros, para que el barco no se hunda. Políticas de austeridad y mucho ingenio, para realizar las obras que requiere la población, promover la creación de fuentes de trabajo y tapar el hoyo financiero heredado. Difícil la tarea. Casi imposible.
En cuarto lugar, se ubica Francisco Pérez Tejada, alcalde mexicalense, quien demostró plenamente que no tenía la estatura requerida para gobernar la capital del estado. Y le ocurrió, lo que a la mayoría de los jóvenes políticos, que el poder les marea, pierden la proporción de las cosas, y suponen que el gobierno es como una empresa de familia, al grado de que hacen y deshacen, sin fundamento, ni cautela alguna.
Tengan por seguro que su sucesor, Jaime Díaz, no perderá la oportunidad para exhibir las ineficiencias de Panchito, quien llegó a presumir que tenía el visto bueno del Presidente Enrique Peña Nieto, para convertirse en candidato priísta a la gubernatura estatal. De la que se salvó Baja California.
En quinto y último lugar, negativo por supuesto, se ubica al empresario priísta, Carlos Bustamante Anchondo, alcalde de Tijuana. El mismo que estableció, como lineamiento básico de su gobierno, que el suyo sería un gobierno con orden. Y, en apariencia, así fue. Más o menos cubrió el expediente.
Pues cabe advertir a los tijuanenses, que no apuesten a que el de Bustamante efectivamente fue un gobierno con orden, pues corren el riesgo de perder. Más bien, el slogan o expresión, es un contrasentido. Lo dicen integrantes del equipo de transición de su sucesor, Jorge Astiazarán Orcí, que es algo más que un desorden generalizado.
A lo largo de los tres años, surgieron y se propalaron muchas leyendas urbanas, en las que referían como protagonistas principales a Carlitos Bustamante Jr, y al yerno del alcalde, esposo de su hija. Se decía, que cualquiera de los dos, eran mediadores en la mayoría de las negociaciones de terceros y el XX Ayuntamiento. Bueno, eso dicen.
El equipo de transición, ha encontrado elementos, según revelaciones hechas al columnista, que rebasan en mucho las referencias de dichas leyendas populares. Compras de equipo a los compas, a precios tres veces superiores a los de mercado, simulación de actos jurídicos, para evadir la obligación de licitar compras, el establecimiento de cláusulas leoninas en contratos diversos, en perjuicio del gobierno municipal.
Pronto habrá oportunidad de aclarar y precisar esto. Con pelos y señales, para que no se quejen de difamación o calumnias. Ahora que si son meras conjeturas o especulaciones, también habrá qué decirlo. En principio, se advierte que el llamado orden, es por encimita. Que debajo de la alfombra escondieron toda la basura. Que huele fétido, dicen.
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