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martes, 14 de enero de 2014

Palco de Prensa: La “luna de miel”.


                                              Por : Gilberto LAVENANT

En todo matrimonio, la etapa inicial, llamada “luna de miel”, es sensacional, fabulosa, expléndida, inigualable. Lamentablemente, solamente dura unos meses. En algunos casos, por cosas especiales, la “luna de miel” es un rotundo fracaso. Como ha de ocurrir en aquellas parejas que en el noviazgo, se tratan como “marido y mujer”. No solo en cuanto a relaciones íntimas, sino incluso en malos tratos, golpes y groserías.


Eso es totalmente cierto. Muchas parejas, a propósito de modernidades, apenas se conocen y “se meten hasta la cocina”. No dejan nada a la imaginación. No hay delicadezas, ni romanticismo. En esos casos, más tardan en contraer matrimonio, que en divorciarse.

Ya entrados en el tema, cabe observar que resulta insólito, aberrante, impactante, que una pareja, que en el noviazgo se decían mútuamente que no podían vivir sin el otro, cuando llega el pleito, quisieran tragarse vivos. Terminan odiándose a muerte. Nada de aquello de que “lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”. No, impera lo de “lo mío es mío y tú, ráscate con tus propias uñas”.

Pero no se trata ahora de comentar sobre cuestiones sentimentales, sino políticas. Cuando termina una gestión administrativa, los que salen, salen por la puerta posterior y a escondidas, por temor a ser linchados, por la serie de atrocidades que cometieron estando en funciones. Y, conste, no salen así, por pena. La mayoría son tan cínicos, como lo largo de las uñas que portaban en el cargo.

En cambio, los nuevos, los que recién arriban al cargo, les pasa como a los recién casados : “jarrito nuevo, donde te acomodaré”. A donde quiera que acuden, reciben aplausos y elogios. En los primeros días, no hacen nada, sino simplemente se la pasan haciendo uso del verbo. El “vamos a hacer”, el “estoy preocupado”, el “juntos haremos esto” que lo otro. Y les creen, porque son como las promesas de los enamorados.

Pero así como ocurre con los enamorados, que el amor acaba, no precisamente cuando termina la “luna de miel”, sino cuando el obligado a conseguir el sustento diario, no aporta lo suficiente y quiere seguir teniendo cautivada a la compañera con puro enamoramiento, arrumacos, besitos. Mero verbo.

En algunos casos, el supuesto jefe de familia, no resuelve nada. Básicamente porque es un bueno para nada, flojo, indolente. Y ni modo, la guapura no quita el hambre, ni cubre el cuerpo ante los cambios de climas, ni da un techo digno.   

Algo casi semejante pasa en la política. Los nuevos, llegan con posturas enérgicas, despotricando contra los que se fueron, acusándolos de ladrones, aparentando que una vez que reciban la documentación correspondiente, habrán de indagar, denunciarán todas sus tropelías y reclamarán que se les refunda en la cárcel, por libertinos, frívolos, corruptos y pésimos administradores.

La ciudadanía se admira, ante tales posturas y piensa que “este sí”, hará las cosas correctamente. Que gastará con pulcritud, transparencia y eficiencia, los recursos públicos. Que nunca volverá a pasar, lo que pasó con los anteriores alcaldes priístas de los cinco ayuntamientos.

Sin embargo, pasan los días, y nada ocurre. Ni denuncias mediáticas, ni referencias genéricas. Mucho menos acusaciones formales. Por cierto, en el evento de toma de posesión de la Lic. Franciscana Krauss Velarde, como encargada del comité municipal del PRI en Tijuana, la dirigente estatal, Nancy Sánchez, al tratar de exaltar a los valores priístas, hizo referencia al exalcalde Carlos Bustamante Anchondo, y dijo que gracias a él, Tijuana no sería lo que es actualmente. Y tiene razón, si no hubiese sido por el empresario metido a político, esta ciudad estaría mejor. La dejó echa un desastre.

Lo mismo se puede decir de los otros cuatro exalcaldes. Francisco Pérez Tejada, de Mexicali, Enrique Pelayo Torres, de Ensenada, Javier Urbalejo Cinco, de Tecate y en especial de Javier Robles Aguirre, de Playas de Rosarito.  Todos se lucieron, pero como pésimos administradores.

Y si alguien está esperando que en los próximos días, semanas o meses, verán a cualesquiera de esos individuos, colgando del poste más alto, pues definitivamente deben esperar sentados, porque parados, se les hará eterna la espera, y un día, no muy lejano, por cierto, se convencerán de que sus respectivos expedientes, los archivaron.

En política, pasa como en el ámbito policiaco. Cuando hay un asunto muy sonado, impactante, pero en el que resulta involucrado un destacado personaje, sea político o empresario, le encargan la investigación a una “tortuga” y le dan la consigna de que lleve las indagaciones tan “aceleradamente” como pueda. Hasta que, pasado un buen tiempo, ya nadie se acuerde del tema y entonces puedan beneficiarlo con alguna determinación amañada y vuelva a las andadas.

A ese procedimiento se le llama comúnmente como “sistema de enfriamiento”. Cuando el hecho ocurre, el asunto está tan caliente, que muchos están pendientes de cada paso. Por ello, la mecánica es “guardarlo en el refrigerador” y sacarlo a airear, cuando ya nadie lo recuerde. Todo, de acuerdo con el tradicional sistema político, consistente en conjugar el verbo tapar. Yo te tapo, tú me tapas, ellos nos tapan, nosotros nos tapamos.

Concluyendo, pasan los días y los nuevos gobernantes, sean gobernador, alcaldes y legisladores, nada de que sacan a ventilar los “trapos sucios” de sus antecesores. Insisten en tratar de calmar al público espectador, con simples rollos.

Está por acabar la “luna de miel” y, si nada hacen para llamar a cuentas a sus antecesores, se convertirán en cómplices y se tendrán como propias, las culpas ajenas. Las simples “promesas de amor”, no valen.                                                                                                                               

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