Por : Gilberto LAVENANT
Luego de los comicios de julio pasado, el priísmo de Baja California quedó casi aniquilado. Si bien es cierto, logró 3 de las 5 alcaldías y aunque -debido a las fórmulas electorales y las alianzas- el panismo no alcanzó la anhelada mayoría legislativa, el PRI perdió la gubernatura y el castrotrentismo perdió a su líder, Fernando Castro Trenti, quien luego de ser el “mandón” del priísmo en la entidad, fue enviado al extranjero a cumplir una misión diplomática, dejando a la deriva al partido. Sin liderazgos y sumamente dividido.
La primer derrota del priísmo en la entidad, en una contienda por la gubernatura estatal, fue en 1989, cuando la candidata del PRI lo fue Margarita Ortega Villa, quien no pudo vencer el fenómeno de la ruffomanía, generado por el ensenadense Ernesto Ruffo Appel. Después de ahí, derrota, tras derrota, durante 24 años. Incluso en este 2013.
Los comicios del 2013, parecían la oportunidad para que el PRI recuperara la gubernatura, pero nuevamente fue derrotado, más que por el panismo, por las pugnas internas que generaron un divisionismo, casi insuperable. A partir del fracaso electoral de 1987, en la que el panista José Guadalupe Osuna Millán venció al priísta Jorge Hank Rhon, supuestamente por una traición, el PRI en la entidad se divide en dos fracciones : por un lado los castrotrentistas y, por el otro, los hankistas.
El grupo de los castrotrentistas, gracias a que su creador y líder, Fernando Castro Trenti, logró la tutela del sonorense Manlio Fabio Beltrones, uno de los priístas más influyentes en el país, se apropió de las estructuras y dirigencias partidistas, marginando a los hankistas.
Después de que en las elecciones del 2010, en la que el priísmo logró las 5 alcaldías y la mayoría legislativa, se presumía que estaba cerca la posibilidad de obtener la gubernatura. Para los castrotrentistas, lograrían hacer realidad el proyecto de su mentor, al llevarlo a la gubernatura estatal. De ahí para adelante, todo sería “pan comido”.
Pero olvidaron, que en la realización del proyecto Castro Trenti, no solamente dejaron tirados a los hankistas, sino a muchos priístas que se sintieron reelegados y ninguneados. Muchos de estos, aplicando aquello de que “la venganza es dulce”, fraguaron una oscura alianza con el panismo, no desaprovecharon la ocasión para cobrar facturas pendientes, y finalmente Kiko Vega dejó tendido a Castro Trenti.
Fernando no tuvo oportunidad de decir, como Manlio Fabio, “mañana empiezo otra vez”, pues el Presidente Peña Nieto lo envió fuera del país, a desempeñar la función de Embajador en Argentina, ajena a la política partidista, y además imposibilitado para seguir dominando al priísmo bajacaliforniano.
Esto ha dado lugar a que el castrotrentismo, prácticamente quede descabezado, pues aunque aún están vigentes algunos de los colaboradores cercanos del diputado federal con licencia, ninguno tiene la ascendencia, ni la habilidad, ni capacidad de dominio, ni mucho menos las relaciones con actores de la política nacional, que les permita mantener vivo a dicho movimiento priísta.
A la vez, los hankistas, que durante los tiempos de auge del castrotrentismo, estuvieron reelegados, consideran oportuna la ocasión para resurgir, recuperar el dominio del PRI en la entidad y acaparar posiciones en los gobiernos municipales, candidaturas en los próximos comicios e incluso la gubernatura estatal en el 2019.
Sin embargo, las cosas no son nada fáciles. Durante 24 años de gobiernos panistas, y luego del reinado del castrotrentismo, a partir de 1989, no permitieron el surgimiento de liderazgos al interior del PRI, al grado de que, además de que al retirar a los castrotrentismos de las dirigencias priístas locales, no se observa con claridad quienes pudiesen ser los relevos, ajenos a ambos controvertidos personajes, Jorge y Fernando.
El proceso de renovación de dirigentes partidistas, no solamente es inminente, sino necesario. En especial, se requiere que quienes ocupen los puestos titulares de la estructura partidista, no sean, ni hankistas, ni castrotrentistas, para que ni unos, ni otros, se quieran apropiar del partido y por ende de las candidaturas.
Hay tres “valientes” dispuestos a “sacrificarse” para ostentar la dirigencia estatal del PRI en la entidad. Carlos Barboza, identificado ampliamente con el hankismo, José Osuna Camacho, de los allegados al exalcalde Carlos Bustamante Anchondo y José Enrique Mejía Pancardo, de Mexicali. Los tres afirman que tienen la experiencia y la capacidad, para “sacar del atolladero” al PRI.
Barboza, ha tenido reuniones con priístas de todos los niveles, promoviendo su proyecto personal para rescatar al PRI, casi aniquilado, sin dirigente en Tijuana y a nivel estatal con una encargada, Nancy Sánchez, sumamente desgastada.
Osuna Camacho, en días pasados hizo circular un documento en el que plantea, bajo la expresión, ¡Qué hacer!, lo que considera se puede hacer para que el PRI se prepare hacia los comicios federales del 2015. Advierte que : “Los sectores y organizaciones del PRI en Baja California, desde hace mucho tiempo, se encuentran inactivos en el trabajo político con sus agremiados, enfocando su actividad en formar grupos de presión interno para adjudicarse candidaturas sin el sustento electoral que las justifique”.
Mejía Pancardo, fue un poco más allá, el 12 de diciembre envió a César Camacho, dirigente del CEN del PRI, escrito en el que le expone las razones por las que presume que es el candidato idóneo a dirigir el priísmo bajacaliforniano, en un proceso abierto, democrático.
Obviamente, para convertirse en “salvavidas”, deben tener capacidad y experiencia. En el caso, requieren ser algo así como “domadores de leones”, para no ser devorados por los hankistas o los castrotrentistas. La tarea no es nada fácil.
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