Por : Gilberto LAVENANT
El desplome de la carretera escénica Tijuana-Ensenada, el pasado sábado, irónicamente el mero Día de los Santos Inocentes, no fue ninguna inocentada. Baja California es una zona de fallas geológicas y estas, nunca fallan. Tarde que temprano se hacen presentes, como ocurrió en esta ocasión. Afortunadamente, no ocasionó una tragedia.
La temporada decembrina es ideal para visitar amistades o familiares. El viajar, para conocer sitios de recreo. Por poquito y se registra una lamentable tragedia. Dada la magnitud del movimiento de tierra, de haberse registrado pérdida de vidas humanas, la nota hubiese dado vuelta al mundo.
Pero que nadie se haga el sorprendido. En especial, los funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, y en particular los de Caminos y Puentes, acostumbrados a ser meros administradores de las cuotas de peaje y de obras menores de mantenimiento.
Que quede claro, el desplome de la vialidad, no es culpa de la falla geológica. La naturaleza no es responsable de nada. La naturaleza no falla. Los culpables son quienes diseñaron la autopista, sin tomar en cuenta que cruzaban por encima de una zona arenosa, que cubre la falla geológica y que desde la construcción de la vialidad, se ha hecho presente.
Así de sencillo. La falla de la corteza terrestre, no es precisamente el problema, sino las fallas humanas. Las fallas, de quienes directa o indirectamente tienen injerencia en el funcionamiento y mantenimiento de la autopista. La negligencia, la corta visión, el nulo entendimiento del tema.
Desde los años 60´s en que fue construida dicha vialidad, los deslizamientos en la zona han sido constantes. Los funcionarios de Caminos y Puentes, apenas si han tenido la ocurrencia de desarrollar labores de mantenimiento, a base de bacheo o reposición del pavimento dañado. Luego, a pintar las rayas de seguridad.
Se dice que en 1967, cuando el Presidente Gustavo Díaz Ordaz se disponía a llevar a cabo la inauguración de la autopista, la comitiva presidencial se llevó tremendo susto ante uno de los deslizamientos iniciales. Seguramente ha sido conocida por los principales funcionarios federales, cuando han tenido que viajar hacia el puerto de Ensenada.
No hay excusa, ni pretexto, para que hayan omitido atender este problema, en su real dimensión. Todos han fallado en sus respectivas responsabilidades. La negligencia ha sido superior a la falla geológica misma. Y ahora, no bastarán las simples labores de bacheo. Absurdamente ha trascendido que pretendían construir un enorme muro de contención. Obviamente, no conocen la magnitud de la falla.
Lo delicado del asunto, es que Ensenada casi ha quedado aislada del resto de la entidad, vía terrestre. Aunque hay vialidades secundarias, no son suficientes para el tráfico de carga y de viajeros. Se dice que cuando menos unas 11 mil personas usan esa vialidad. La usaban.
Antonio Rosquillas, Director de protección Civil de Baja California, cuenta que desde abril o mayo, se hizo más evidente la falla geológica. A principios del 2013, se agudizó la situación. Por si fuese poco, una semana antes del deslizamiento del Día de los Santos Inocentes, concretamente el 19 de diciembre, se registró un movimiento telúrico de 5.2 grados, con epicentro al norte de San Quintín. Lejos del sitio ahora afectado, pero que evidenció actividad sísmica en la zona de la costa de Baja California.
Ante tales hechos, las autoridades de protección civil del Estado, así como el ayuntamiento de Ensenada, hicieron llamados de alerta a la SCT y en especial a Capufe. El reclamo fue en el sentido de que se suspendiera la circulación por la autopista, ante la posibilidad de una catástrofe. La respuesta fue casi nula.
De nueva cuenta, la negligencia oficial fue más que evidente. Lo dicen las autoridades locales, el gobierno federal, por conducto de sus dependencias, reaccionó sumamente lento. De haber habido pérdidas humanas, lo más que se hubiese hecho, además de lamentar la situación, sería cesar a los responsables del área. En México es común “tapar el hoyo, después de ahogado el niño”.
Es el momento de reaccionar y de atender el problema de fondo. Las autoridades estatales y municipales, deben presionar y exigir al gobierno federal, el diseñar un plan, tendiente a resolver la incomunicación terrestre entre Ensenada y Tijuana. Crear una comisión interdisciplinaria, que observe todas las opciones y se reclamen los recursos suficientes para ello.
Que aprovechen la experiencia de los especialistas del Centro de Investigaciones Científicas y de Educación Superior, mejor conocido como Cicese, precisamente del puerto de Ensenada y cualesquier otra institución o científicos conocedores de la actividad del subsuelo. Sobre todo, porque no se puede atender algo tan serio, con improvisaciones.
Que participen también representantes de todos los sectores afectados. El turístico, el empresarial en general, las maquiladoras, el pesquero, el agrícola, los vitivinicultores. Para que los señores del gobierno federal no piensen que se trata simplemente de un megabache, sino de un asunto de enorme impacto social y económico. Luego de la pésima gestión de Enrique Pelayo Torres, los ensenadenses consideraban que no podía ocurrirles algo peor.
Por cierto, los bromistas, que hasta las desgracias aprovechan para hacer bromas, dicen que la naturaleza destruyó la carretera escénica, para tratar de evitar la huida de Pelayo.
Lamentablemente, física o estructuralmente hablando, el tema del deslizamiento, de vialidad tan importante, originado por una falla geológica, puede ser superado. Lo que nadie puede garantizar es que las fallas humanas dejen de crear problemas como este.
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