Palco de Prensa
Por
: Gilberto LAVENANT
La mayoría de los políticos, por no decir que todos, son deamagogos. Considerando
como demagogo a aquel individuo que manipula los sentimientos de la gente,
mediante halagos fáciles y promesas infundadas, para convencerla de la
conveniencia de aceptar un programa político.
Como el desgarrarse vestiduras, doliéndose de las condiciones de pobreza
en que viven muchos mexicanos, incluso estableciendo programas, supuestamente
en apoyo de estos, pero en la práctica realizando o tolerando actos totalmente
contrarios.
El 21 de enero del 2013, hace ya casi 2 años, el Presidente Enrique Peña
Nieto, en el municipio de Las Margaritas, Chiapas, puso en marcha la Cruzada
Nacional contra el Hambre.
Se dijo entonces, que se trataba de atender a 7.4 millones de mexicanos,
que viven en pobreza extrema y en carencia alimentaria severa.
Se dice que este es el programa estrella del Presidente Peña Nieto, en
el ámbito de la asistencia social.
Fue elocuente, casi dramático, el discurso del mandatario mexicano. Y no
era para menos, pues, según dijo, existen en el país 1 millón 400 mil personas,
que padecen pobreza alimentaria y uno de cada cuatro mexicanos, enfrenta alguna
carencia alimentaria.
Entonces, recalcó que : “El hambre es una verdad ignorada. Hay quienes
no la conocen. Otros no la aceptan y algunos ni siquiera se atreven a
mencionarla”.
Para tener una idea del tamaño y posibles alcances de este programa, la
Secretaria de Desarrollo Social, Rosario Ronles Berlanga, indicó que este año, se
invirtieron 80 mil millones de pesos, para, junto con gobiernos estatales y
municipales, combatir la pobreza.
Pero esperen, no dejen volar su imaginación. Las maravillas de este
programa, se desploman, con un anuncio hecho esta semana por la Comisión
Nacional de los Salarios Mínimos. El aumento de los microsalarios para el 2015,
será apenas de un 4.2%.
Esto representará, para la Zona “A”, dentro de la que se comprende a
Baja California, un incremento de tan solo 2.81 pesos, para quedar en 70 pesos
con 10 centavos, por cada día de trabajo.
Esto, no solamente es una burla. Más bien es una grosería.
Algo peor, es como aplastar la cabeza de los pobres, con la bota de la
explotación.
Es oficializar la esclavitud en México. Poner a disposición de los patrones,
la fuerza laboral de los mexicanos.
70.10 pesos diarios, ni siquiera se ajustan, a lo que presscribe la
Constitución federal.
En el artículo 123 de la Carta Magna, se establece claramente que : “Los
Salarios Mínimos Generales deberán ser suficientes para satisfacer las
necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultral,
y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”.
Vergüenza debiera dar a los políticos. Aunque eso es mucho pedir.
70.10 pesos diarios, para quienes puedan presumir que tienen un empleo,
para pagar la renta, los servicios públicos, alimentación, medicamentos,
vestido y educación, para la pareja y sus hijos. Ni en sueños. Mantener ese
tipo de salarios, es algo peor que traición a la patria.
Aparentemente se sorprenden del grado de pobreza de los mexicanos y
establecen programas para rescatarlos, pero en la práctica, los someten a la
explotación.
Recientemente se emprendió una campaña mediática, supuestamente para
concientizar a todos los mexicanos sobre la posibilidad de mejorar el nivel
salarial en el país.
El Partido Acción Nacional quizo enarbolar este tema, para motivar a los
electores en los comicios del 2015, incluyendo una encuesta nacional al respecto.
Al final, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la declaró improcedente.
Tratando de frenar esto, el sector empresarial se pronunció en contra de
la posibilidad de incrementar los salarios, argumentando que esto provocaría
una severa inflación.
No entienden, ni unos, ni otros, que la explotación de los mexicanos, no
solamente está provocando pobreza, sino también una acelerada degradación
social. Con limosnas de los políticos, no se resuelve el problema del hambre. Mucho
menos el de la pobreza.
En tales condiciones, lo único que crece, son los cinturones de miseria,
el desempleo, la delincuencia en general, el nacotráfico, los asesinatos, la
inseguridad pública.
Los mexicanos no nacieron para ser limosneros, ni merecen que sean
tratados como tales. No ason pobres por flojos, sino por los salarios de hambre
que perciben.
Los mexicanos merecen un nuevo sistema económico, en el que su trabajo
sea suficientemente redituable, que satisfagan sus necesidades más elementales.
Al menos, lo que establece la Constitución. Lo demás, es mera demagogia.
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