Por : Gilberto LAVENANT
Uno de los problemas urbanísticos,
más serios, de la ciudad de Tijuana, es el de la nomenclatura. El desorden, en
cuanto a los nombres de los asentamientos humanos, vialidades y números de
casas y establecimientos comerciales o industriales. Ni siquiera los residentes
de una determinada zona, conocen los nombres de las calles sobre las que se
ubican sus viviendas o empresas, o las colindancias.
En principio, podría decirse que
esto es producto o reflejo del anárquico desarrollo urbano de esta ciudad y la
negligencia de las autoridades correspondientes, que permitieron la creación de
asentamientos humanos, regulares e irregulares, sin establecer un orden. La
mayoría se crearon, al capricho de cada quien, como áreas aisladas o privadas,
unas de otras, de forma tal que se dificulta la circulación vial y en su mayor
parte se conduce hacia las principales vialidades. Por eso el caos vehicular.
La traza urbana, es como un
rompecabezas. En base a parches o pegóstes, según se fueron desarrollando. En
su mayoría, la estructura fue una vialidad principal, que sirvió de acceso y se
convirtió en el único punto de salida o desfogue. Los gobernantes nunca
exigieron que se acoplaran o ensamblaran, con los desarrollos urbanos colindantes
o más antiguos.
Y lo mismo pasó con la numeración
de cada vivienda. Cada quien le asignó el número que se le antojó, en muchos
casos a partir del número de lote y de manzana. Hoy en día, ni los nativos, ni
los viejos residentes de Tijuana, saben ubicar una dirección determinada. Con
mayor razón los visitantes o los de arribo reciente.
Bastante “ayudaron” los políticos
y gobernantes, al no dar la importancia debida a este tema, ni mostrar
intención alguna de poner orden. En especial, porque fueron complacientes o
tolerantes a caprichos o compromisos personales, de quienes buscaron lucimiento,
asignando nombres de determinados personajes a vialidades o sitios públicos.
Situación que se sigue dando, hasta la fecha.
Se supone, que existe un Consejo
de Nomenclatura, precisamente responsable de este tema. Se dice que el de
Tijuana, fue creado por acuerdo de Cabildo, en sesión ordinaria del 21 de
agosto del 2000, publicado en el Periódico Oficial del Estado de ese mismo año.
Actualmente, no se sabe quienes lo integran, ni mucho menos si es que funciona.
En el reglamento correspondiente,
se indica que sus funciones son, entre otras, procurar que las calles,
avenidas, calzadas, diagonales, cerradas, retornos, parques, jardínes y nuevos
asentamientos humanos, lleven los nombres adecuados para su fácil identificación
y localización, pudiendo ser numérica o alfabética, o mediante los nombres de
personas, que por sus virtudes cívicas, o por los servicios prestados a la
colectividad, al municipio, al Estado, a la Patria o a la humanidad, merezcan
el reconocimiento público.
De igual forma se pueden utilizar
hechos o acontecimientos de significación cívica o patriótica, pero siempre
tratando de evitar duplicaciones en las denominaciones, así como la anarquía en
la numeración, para impedir la confusión que ello provoca.
También tiene la función de
promover la fijación de placas y otros medios de identificación de las
vialidades o de cualquier lugar público, vigilar el adecuado uso de la
numeración de predios, casas y edificios. Estudiar la problemática respecto de la
duplicidad de números. Actualmente, la Dirección de Catastro asigna números
oficiales, para los domicilios.
El reglamento del Consejo de
Nomenclatura, establece un procedimiento para la asignación de nombres y
números para vialidades y lugares públicos. Los avecindados de determinada
zona, grupos o asociaciones debidamente constituidos, podrán presentar
propuestas, precisando que se trata de un personaje distinguido.
Este, es un tema sumamente
interesante. Mucho más de lo que se pudiese imaginar. Cuando se crea una nueva
vialidad, por ejemplo, resulta difícil identificarla por su denominación, de
principio a fin. Una misma vialidad, llega a tener, por tramos, denominaciones
diversas. La tradicional vialidad, que comunica desde el centro de la ciudad,
hasta el vaso de La Presa Abelardo L. Rodríguez, tiene diversas denominaciones.
Avenida Revolución, Boulevard Agua Caliente, Boulevard Salinas, Boulevard Díaz
Ordaz, Carretera libre a La presa.
Lo peor, es cuando los políticos
o gobernantes en turno, por mero capricho o compromiso, un día deciden cambiar
el nombre de la vialidad. Parece algo sencillo, pero todas las empresas,
principalmente, ubicadas sobre la misma, sufren severos efectos. Batallan para
precisar o aclarar a sus clientes el
nuevo domicilio, requieren elaborar nueva papelería y hacer cambios en su
identificación fiscal, así como ante las empresas prestadoras de servicios
públicos o privados. Todo, por un simple capricho.
En julio del 2012, el entonces
alcalde de Tijuana, Carlos Bustamante Anchondo, “revivió” el Consejo de
Nomenclatura Municipal. Pero su interés no era tanto para acabar con el
desorden existente, en tanto que presumía que el suyo era un “gobierno de
orden”. No, preparaba todo, para cumplir
caprichos o compromisos personales. Al Boulevard Fundadores, le asignó el
nombre de su exsuegro, Dr. Gustavo Aubanel Vallejo, y a la Vía Rápida Oriente,
le asignó el nombre de su padre, Alfonso Bustamante Labastida.
Hace unos días, el Cabildo del
XXI Ayuntamiento, que encabeza Jorge Astiazarán Orcí, decidió cambiar el nombre
a la Calle Gustavo León, de la Colonia Aviación, para asignarle el de Luis
González Espinoza. No explicaron, las razones por las que se hacía el cambio,
ni se discutió quien tenía mayores méritos para que esa calle lleve su nombre.
Don Luis, fue padre de los empresarios Ricardo y Arturo González Cruz. Don
Gustavo, un destacado militar, piloto aviador, de inicios del siglo pasado.
No se trata de regatear méritos a
nadie, sino exhortar a los gobernantes, que dejen de cumplir caprichos o
compromisos, en el tema de la nomenclatura. Quienes tienen su domicilio en
dichas vialidades, seguramente no están dándoles las gracias. Por el contrario.
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