Por : Gilberto LAVENANT
Incomodó a
algunos, el que el columnista haya descrito a la Universidad Autónoma de Baja
California, como una institución vetusta. Al menos en su estructura jurídica.
Incluso,
hubo quien pretendió aclarar, que la UABC es democrática, pero que eso no implica,
precisamente, que debe operar como una democracia, por cuanto hace a la
elección de los funcionarios o autoridades universitarias.
Como si
el derecho a elegir autoridades, fuese todo el propósito de la democracia. Es
un principio, esencial, en la vida de los pueblos, pues de lo contrario,
autoridad que considere que nadie puede cuestionarle, ni mucho menos exigirle
cuentas, adopta y ejerce posturas y métodos, propios de dictadores.
Y eso es
precisamente lo que ocurre en la Máxima Casa de Estudios. Los universitarios,
no solamente carecen de derecho para participar en la elección de sus
autoridades, sino, lo más grave, carecen de las más elementales condiciones
para desarrollarse como libres pensadores.
Dicho en
otras palabras, los universitarios, no son libres de pensar, opinar, analizar,
criticar, observar o discutir, pues tales actos o acciones, son como hechos
delictivos, cuya sanción es la expulsión de las instalaciones universitarias.
La
realidad, en la UABC, es mucho más grave, de lo que pueda alguien imaginar. Aunque
parezca exagerado, no hay clima de libertad, en el ámbito universitario. Una
institución, que opera en tales condiciones, no es, propiamente hablando, una
universidad, sino una simple factoría.
De esto
se jacta el propio Rector Felipe Cuamea Velázquez. Como lo hizo, durante la reunión del Consejo Universitario,
celebrada el pasado jueves 2 de octubre, en Tecate, para cubrirse con la bandera
de la autonomía universitaria, cuando los legisladores locales le pisaron los
talones, al descubrir que arriesgó recursos económicos universitarios, en la
Bolsa Mexicana de Valores.
En esa
ocasión, a voz en cuello gritó su orgullo de dictador :
“A la
sociedad, no le sirve una universidad desviada de las tareas educativas, ni
convulsionada por los conflictos, abonados por quienes se han alojado en la
añoranza de tiempos pasados”, exclamó.
Como si
la tarea universitaria fuese una simplista de impartir y recibir clases. Bajo
esa concepción dictatorial, quienes pretendan analizar, discutir o cuestionar,
no tienen cabida en el ámbito universitario.
“A
diferencia de las visiones nostálgicas, de otra época, la UABC no es una institución de huelgas, de paros,
sino el ámbito ideal para el análisis libre de las ideas, de generación de
conocimiento”, dijo.
Para
Cuamea, los movimientos universitarios, que dieron nacimiento y formación a la
UABC, son hechos bochornosos, denigrantes, vergonzosos, indignos de ser
recordados. Que manchan la historia de la universidad.
Es torpe,
presumir que sin tales movimientos, organizados y realizados por universitarios
deseosos de superación, en una institución formal, la UABC pudiese haber sido
lo que ahora es.
En 1971,
jóvencitos de entre 16 a 25 años, tomaron el Club Campestre de Tijuana, reclamando
aulas, para no tener que salir de la
entidad, para cursar estudios superiores. Al grito de “UABC : Campestre o nada”,
lograron los terrenos donde hoy se encuentra el Campus Tijuana. A Cuamea le dan
pena, tales hechos.
“Es
espacio de aprendizaje. No construye barricadas, forma ciudadanos libres y
profesionistas. No postula dogmas, sino ideas libres y conocimiento científico”.
Simple
demagogia. Igual que los políticos, que dicen una cosa, pero hacen otra
totalmente distinta. No puede haber libertad, donde impera la opresión.
Lo que
menos existe, en el ámbito universitario, es precisamente libertad. No hay
libertad, para reunirse, dentro de las instalaciones universitarias, para
hablar, analizar, discutir u opinar, sobre la problemática que les atañe.
Durante
la gestión de Cuamea Velázquez, unos 200
profesores han sido retirados de las aulas, tan solo porque tenían la osadía de
analizar y cuestionar. El primero de ellos fue precisamente el Lic. Daniel
Solorio Ramírez, exDirector de la Escuela de Derecho, Campus Mexicali.
De la
misma forma se procedió, contra estudiantes, que reclamaban espacios para
abordar la problemática universitaria, pues eran posturas contrarias a las
disposiciones dictatoriales –bueno, rectoriles- que no permiten derechos, ni
libertad alguna.
Y
todavía, de manera irónica, socarrona, Cuamea presume que la UABC “Es espacio
de aprendizaje. No construye barricadas, forma ciudadanos libres y profesionistas.
No postula dogmas, sino ideas libres y conocimiento científico”.
A fuerza
de vivir sometidos, los universitarios se convierten en ciudadanos apáticos,
desinteresados, insensibles.
Los universitarios,
profesores o estudiantes, para no perder tal condición, que les permita impartir
o recibir clases, saben que deben renunciar a sus derechos y guardar sus
inquietudes o reclamos. Un contrasentido al espíritu universitario.
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