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martes, 7 de octubre de 2014

Palabras amables y pistolas

Expediente Confidencial





Por: Gerardo Fragoso M.
Decía Al Capone: "Usted puede conseguir más con una palabra amable y una pistola, que lo que se puede con solo una palabra amable".

Fieles seguidores de esta máxima han sido los integrantes de la secretaría de la Rectoría e Imagen Institucional de la Universidad Autónoma de Baja California, ente que comanda Hugo Edgardo Méndez Fierros.

A este columnista han llegado denuncias, por parte de tres editores de medios de comunicación, quejándose de los métodos que están utilizando Méndez y sus esbirros, para tratar de acallar los temas que le incomodan al rector de la máxima casa de estudios, Felipe Cuamea Velázquez.

Relatan los afectados -cuyas filiaciones omitimos por razones obvias- que los mensajeros de Méndez han llamado a los departamentos de publicidad de sus periódicos, para decirles, palabras más, palabras menos, el siguiente mensaje:

"Les solicitamos su apoyo para la universidad en estos momentos. Hay información que perjudica a la institución, que debilita su autonomía y, por lo tanto, eso puede afectar el presupuesto de Comunicación Social para el año que viene. Ayudémonos entre todos.
No nos gustaría reducir el presupuesto con ustedes ".

Aquí, además del mensaje, que es deslizado en tono amable pero con cuño gansteril,  llama la atención el hecho de que la llamada no es efectuada al jefe de información, editor o director de noticias, sino al área de publicidad, con la finalidad de que en la dirección comercial peguen el grito en el cielo y ese estruendo, of course, impacte en el escritorio de los dueños.

La estrategia no es nueva. A mí me tocó padecerla en La Crónica, cuando la poderosa constructora Urbi llamó al departamento comercial para impedir que se siguiera publicando información sobre una ola de robos en un fraccionamiento que ellos habían vendido. Era el 2010 y estábamos, como ahora, en una dura crisis. Aún recuerdo la voz imperativa de la directora de Relaciones Públicas, diciéndole a mi entonces subdirector editorial, "te estamos ayudando hasta con publicidad en el portal. ¿Quieres que dejemos de vender y salgamos perjudicados todos?".

Semanas después, se repitió el burdo sendero cuando, desde la Ciudad de México, llamó personal de Mexicana, para fustigar que se hubiera publicado la declaración de un portavoz de Grupo Aeroportuario del Pacífico anunciando que dicha compañía no volaría más desde la capital, como finalmente, días después, si ocurrió.

Pero aquí lo criticable y cuestionable es que, de estarse dando la situación arriba descrita, no estamos hablando de una empresa privada que, independientemente de lo ético o moral de sus estrategias de comunicación e imagen, tiene todo el derecho de ir a defender sus pesos y centavos, porque son de quienes ahí invierten.

No, aquí hablamos de una instancia pública. Y aunque Méndez reparta el dinero del área -con discrecionalidad, claro-, esos no son recursos de su bolsa, ni tampoco vienen de la del rector Cuamea. No, ese es dinero de los contribuyentes, dinero suyo y mío. Y ese dinero estaría sirviendo para chantajear y coartar la libertad de expresión.

Está grave, ¿no?

Eso, independientemente de que es bastante cuestionable si esa es la ética que tendrían que mostrar los directivos de una casa de estudios, cuya misión no es vender boletos para sorteos, ni inventar jingles para la radio, sino formar jóvenes, cosa que parecen haber olvidado sus responsables.

¿Usted, como contribuyente, como el que paga esos pesos, avala tal situación? Yo no.

Me niego a que, lo que pago de impuestos, sirva para que Cuamea, Méndez, o quien esté arriba de ellos, juegue a ser un moderno Al Capone.

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