viernes, 30 de agosto de 2013

Palco de Prensa: Las expectativas.


                                           Por : Gilberto LAVENANT

Contrario a otras ocasiones, las expectativas por lo que pueda ocurrir este fin de semana, en la capital del país, no es precisamente por el contenido del primer informe de gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, sino respecto a lo que pueda ocurrir ante las presiones de manifestantes miembros de 18 organizaciones diversas, entre ellas la CNTE y el Sindicato de Electricistas, perredistas y demás, y la determinación de las autoridades para frenarlos, en caso de que alteren el orden y causen destrozos.


Podría decirse que esto es algo lógico. Cuando la autoridad no se impone, surge el desorden. En los últimos años, meses y días, las autoridades mexicanas, tanto federales como estatales, e incluso municipales, han sido omisas en exigir el respeto a las normas jurídicas, y sobre todo, el respeto a los derechos de los demás.

Por temor a enfrentar costos políticos, son tolerantes en exceso. La tolerancia propicia el abuso y los que al final de cuentas “pagan los platos rotos” –y ventanales, puertas y mobiliario- son los ciudadanos que viven o tienen sus empresas por las zonas o vialidades por las que se desplazan los manifestantes.

En esta ocasión, son varios los pretextos para salir a las calles a manifestarse. Los que están  en contra de la reforma educativa. Los que están en contra de la reforma energética planteada por el Presidente Enrique Peña Nieto, que presuntamente pretende privatizar a Pemex. Los que reclaman por la inseguridad pública. Los que reclaman empleos e incluso hasta los que ya han hecho de las manifestaciones, su deporte favorito.

Porque al final de cuentas, resulta atractivo para muchos, tener la oportunidad de decir groserías y cometer todo tipo de tropelías, sin que nadie los frene y mucho menos los detenga. Esta también es una forma de empoderamiento de los ciudadanos.

Este fenómeno social, que borda en los linderos de la delincuencia e incluso del crímen organizado, surge o brota, por la ausencia de autoridad. La que está obligada a imponer el órden y a velar por la seguridad de los demás, pero que omite hacerlo, por complicidad o solapamiento de los manifestantes, por malos entendidos en el supuesto respeto de derechos de quienes insultan y agreden.  

Además, muchos desahogan sus frustraciones, escudados en el anonimato de las redes sociales, e insultan abiertamente a los políticos y disfrutan el eco que ello encuentra en la sociedad en general. Obviamente no entienden que esto se refleja en todos los grupos sociales, a partir de la familia.

Si los padres de familia son capaces de salir a la calle a realizar actos de barbarie, a insultar a todo aquello que se les antoja, a empresarios, a periodistas y en especial a autoridades en general, que no les extrañe que sus hijos les falten al respeto  a ellos.

Se presume que este fin de semana, más de 20 mil personas invadirán la Ciudad de México. Obviamente, se instalan en plena vía pública, preparan sus alimentos en la vía pública, hacen sus necesidades fisiológicas en plena vía pública. Esto es el verdadero caos.

Lo peor, es cuando se dedican a bloquear accesos a edificios públicos, a empresas de medios, a los recintos legislativos. O bien, cuando usan la fuerza bruta para allanar todo tipo de domicilios.

Para ese tipo de individuos, resulta gracioso observar que los legisladores tienen que huir y operar en sedes legislativas emergentes, que el propio Presidente de la República, ande buscando lugares seguros para dar su mensaje relativo al primer informe de sus labores. Lo que pinta a México como un país en decadencia, falto de moral social y de autoridades.

Esto, es como una bomba que puede estallar en cualquier momento. Cuando las autoridades responsables, que hasta el momento han actuado de manera irresponsables, hagan a un lado la tolerancia y sus temores, y decidan imponerse. La fuerza que controle, tiene que ser superior a la que provoca el desorden.

La sociedad en general, está harta de estas situaciones. Porque el desorden afecta a todos. No solamente a quienes sufren los daños materiales directos, sino incluso a quienes no pueden realizar sus actividades cotidianas, de manera normal y oportuna. A quienes no pueden llegar a sus centros de trabajo o estudio, por ejemplo, porque las vialidades son bloqueadas.

Cuántos delitos han de cometerse en ese desorden. No solamente los daños materiales, sino también hurtos, violaciones, vejaciones en general.

México debe retornar al orden, al Estado de Derecho. Que los reclamos o protestas por injusticias o violaciones de derechos, se conduzcan por los cauces legales y que las autoridades los atiendan y respondan, conforme corresponda.

Para eso puede servir el mensaje presidencial, relativo al Primer Informe de Gobierno. Hacer un llamado a los mexicanos, a ajustar sus conductas a lo establecido en las normas jurídicas y a advertir a los funcionarios públicos de todos los niveles, a que cumplan con sus responsabilidades, al pie de la letra.

Ya se perdió el sentido y trascendencia de dicho mensaje. Ya no se marca el rumbo del país, ni se reconoce la realidad nacional, ni se plantean metas o propósitos factibles. Es más, los mexicanos ya no creen en los políticos. La mayoría sabe que dicen una cosa, cuando en realidad hacen otra muy distinta.

Este será el primer informe de gobierno de la administración peñanietista. Las expectativas respecto a su contenido, son modestas. No se perciben alientos de esperanza u optimismo. Se requiere ir de la palabra a la acción.

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