por
Gustavo Adolfo Póker
¿QUIEN MANDA aquí, Sebastián o las mulas?, sentenciaba
para zanjar el incipiente conato de rebeldía mi papá Lupe, padre de Teresita, y
por tanto, abuelo materno del escribiente. Padre sustituto en tiempo de crisis
familiar, Don José Guadalupe no tuvo la fortuna de acceder a una educación como
sí tuvimos sus nietos; fue un rústico y muy claridoso producto del pueblo, pero
en suslimitaciones y rusticidad, sus frases y expresiones eran un compendio de
sabiduría práctica. Para ejemplos de la ilustración retórica con que inicia
esta columna, los rebeldes nietos éramos las mulas -condición que al menos yo
conservo-, en tanto que mi papá Lupe encarnaba en Sebastián.
Toda
proporción guardada, todos los ciudadanos en edad de votar somos Sebastián, y
somos dueños de toda la recua, de las tierras donde pastan, del arroyo donde
beben y del establo donde pernoctan.
Somos
nosotros, quienes decidimos a qué políticos les entregamosla responsabilidad de
manejar nuestro destino y los multimillonarios recursos que ponemos en sus manos.
Somos nosotros, los que mandamos, los que debiéramos marcar rumbo y corregir
desviaciones. Son los políticos, los mandatarios, los que están obligados a
atender nuestras demandas y peticiones y resolver nuestros problemas y
carencias. No hay razón alguna que nos obligue a tolerar lo contrario.
Atavismos
culturales nos han llevado a creer que son las mulas y no Sebastián quien está
al mando. Muy caro nos ha costado el haber aceptado esta creencia.
No han llegado
al poder quienes lo ejercen, simplemente porque así lo hayan decidido, o por
más que lo hayan deseado. Están ahí porque nosotros aceptamos que llegaran.
Están ahí porque pensamos que tenían la capacidad que el tamaño del compromiso
reclama. Están ahí porque, en mayor o menor medida, nos convencieron de que nos
convenía dejarlos llegar. Porque el que estuvo antes no cumplió lo que de él se
esperaba, y el nuevo nos decía que él no nos iba a fallar.
Al ficticio Sebastián, el que en casos extremos apela
a su condición de dueño para dejar claro a quien le corresponde tomar la
decisión, y asegurarse de que se obedezca, se contrapone el también ficticio
Pedro, el que nadie sabe de qué artes se valió para hacerse de unas mulas que
nunca nadie le reconoció en propiedad.
Los recientes
relevos en los mandos de la administración de nuestro estado, han dado lugar al
nacimiento de más Pedros de los que hubiéramos querido conocer. Portodos ellos,
y por sus ostentosas fortunas, hoy nos hacemos cruces para averiguar cómo le hicieron
para adquirir tantas mulas. El hecho de que los hayamos puesto a administrar
nuestros recursos,nos lleva a conjeturar si su creciente fortuna nació de una
decreciente -casi nula- honradez, a la hora de manejar lo nuestro.
Que nadie
intente darle sentido al voto que hoy emitiremos para renovar gubernatura,
congreso y alcaldías, con campañas negras, con estrategias de denostación, con
campañas de apertura de vista, con campañas de pan y circo que ya son un vicio,
o con proyectos de continuidad que más que proyectos
parecen amenazas; que no nos infundan temor de que alternancia implica
retroceso. La alternancia no es un remedio de aplicación única, es el castigo
al que se enfrentan quienes no cumplen con el mandato que les hemos asignado.
Quienes olvidan cumplir su obligación, porque como el ficticio Pedro, se han
preocupado más por hacerse de mulas que por atender las necesidades y problemas
nuestros.
No lo
olviden: todos somos Sebastián, y nosotros mandamos. Y si nosotros ordenamos
alternancia, no habrá ninguna mula que lo impida.
Imaginario es Sebastián
Pedro también es ficticio
Si circo y pan son vicio
Vayamos dejando el pan
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