Por : Gilberto LAVENANT
Definitivamente, las cosas están mal en Tijuana. Los transportistas, pese al pésimo servicio que prestan, se sienten autoridades. Suponen que son ellos quienes deben establecer las reglas, a su gusto y antojo, bajo amenaza de secuestrar a los tijuanenses. Solamente eso faltaba.
Prestan un servicio público, en base a concesión autorización o permiso que les otorga el gobierno municipal.
Por lo tanto, operan, autorizados por el Ayuntamiento de Tijuana, en base a una ley municipal, denominada Reglamento del Transporte.
En febrero pasado, se modificó dicha legislación, básicamente para frenar a Uber. En sesión de cabildo, la aprobación fue unánime. Los regidores aprobaron los cambios y los dirigentes de los transportistas, recuerda el columnista, aplaudieron a rabiar, porque las cosas salieron como querían.
Tarde, al igual que algunos regidores que nunca leen lo que les presentan, se percataron que hubo algunas modificaciones, en cuanto a las denominaciones de los vehículos de transporte.
Ahora afirman que esas modificaciones, afectan su patrimonio y exigen se dé marcha atrás. Con una campaña a base de denostaciones, mediante letreros ofensivos que colocaron en los vidrios de las unidades, “invitaron” a las autoridades municipales, supuestamente a dialogar.
Pero no había tal intención. Diálogo implica exponer y escuchar. Ellos pretendían que el Alcalde, Jorge Astiazarán Orcí, en el acto decidiera acatar el reclamo de echar abajo las reformas al reglamento de tránsito. Además, frenar en seco el proyecto de la creación de la ruta troncal.
El alcalde, hizo lo correcto. Lo que estaba en sus manos hacer. Turnó a la Comisión de Transportes, integrada por regidores, el escrito o propuesta de modificación, presentada por los transportistas, a fin de que se analizará y se determinara lo conducente.
Los señores, consideraron eso, como motivo suficiente para romper el “diálogo”. Pretendían que en ese mismo momento, el Alcalde resolviera lo que reclamaban, cual si fuese absoluto, cuando que es un mero coordinador del cabildo.
Como no cedió a sus reclamos, salieron de las oficinas públicas, vociferando. Supuestamente ofendidos, amenazando con paralizar el servicio de transporte, pésimo y caro, en consecuencia.
Los tijuanenses, no tienen la culpa de que el sistema los haya creado y los haya tolerado durante tantos años, para que todavía pretenden que les cumplan sus caprichos. Por algo, el dicho advierte : “cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Muy dignos, los transportistas, amenazan, con suspender el servicio en cualquier momento. Como medida de presión. Para obligar a las autoridades municipales a ceder a sus reclamos.
Y podría ocurrir. El proceso electoral, es propicio para que los gobernantes cedan al chantaje. Lo saben los transportistas y pretenden aprovecharlo, para sacar ventaja.
Sería lamentable que eso ocurriera. Repetirían “la dosis”, cuantas veces fuese necesario. Funcionaría igual que con los malandros, que “cobran piso”, por permitir a los comerciantes o a los profesionistas trabajar.
Algunos líderes empresariales, se han manifestado en apoyo a las autoridades municipales, para que se continúe con la modernización del transporte. Por lo tanto, que no cedan a las presiones de los transportistas.
En las redes sociales, también circulan ya, manifestaciones de apoyo de los usuarios del transporte. Invitaciones a solidarizarse con quienes resulten afectados, en caso de que los transportistas, como amenazan, suspendan el servicio de transporte.
Persiste el riesgo de que, una vez más, aborten las intenciones de modernizar el servicio de transporte público.
El candidato panista a la alcaldía, Juan Manuel Gastélum Buenrostro, estableció un compromiso con los transportistas renegados, a echar abajo todo lo que se ha avanzado.
Si “El patas” gana, ya saben a qué atenerse. Será ineludible el retroceso de modernización del servicio de transporte. Tijuana seguirá en manos de estos sujetos. Al menos ya tendrán a quien echarle la culpa.
Bueno, eso si los tijuanenses lo permiten. Es evidente que es urgente la integración de un consejo municipal de transporte, verdaderamente ciudadanizado, que no permita que esto pase. Que no deje en manos de políticos y politiquillos, un servicio tan esencial como el del transporte público.
Entonces si, a ver quién se atreve a meter las manos. O “las patas”.