Por : Gilberto LAVENANT
En todas las actividades de la
vida, para que las cosas funcionen, más o menos bien, además de que existan
reglas o normes que las regulen, debe haber autoridad que vigile las conductas
de los individuos y que, en caso de ser necesario, sancione a quienes cometen
faltas o se salen del orden.
Las normas o reglas, pueden tener
fallas o inconsistencias, pero una autoridad eficiente y suficiente, permite
que la convivencia social sea armónica. Los individuos no son ordenados por
naturaleza propia. Requieren estar conscientes de que existe una autoridad
sancionadora, vigilante.
En caso contrario, cuando se da
el vacío de autoridad, ya sea porque la existente es ineficiente o
insuficiente, se genera el caos. Las leyes, por sí solas, no bastan para
mantener el orden.
En materia de tránsito vehicular,
en Tijuana, se dan ambas cosas, respecto a la autoridad. Es ineficiente y es
insuficiente. La circulación, en las vialidades de esta ciudad, está a expensas
de simples señalamientos gráficos o electrónicos. La autoridad, en este caso municipal,
prácticamente es inexistente. Las normas existen, pero pocos las conocen y
muchos menos las respetan.
Se ve en cualquier punto de la
ciudad, pero en especial en los cruceros de vialidades importantes. Muchos
automovilistas, en particular choferes de vehículos de transporte público, sean
táxis, calafias o autobuses, hacen caso omiso a los semáforos. Para ellos, la
luz roja, como que la ven de color verde, pues en lugar de detenerse, imprimen mayor
velocidad. Es criminal lo que hacen.
De manera especial, los conductores
de vehículos de carga, enormes vehículos, se convierten en armas asesinas, sin
que aparezca por ahí, un policía o agente de tránsito, que reclame respeto a
las señales de velocidad.
Y como lo hacen una vez, y nadie
está para sancionarlos, lo vuelven a hacer, cuantas veces les da la gana.
Solamente la autoridad divina, hace el milagro de que no se registren tragedias
que enlutarían a muchas familias.
Sin embargo, no todos quedan a salvo.
El pasado fin de semana, se registraron dos fatídicos accidentes de tránsito. Ambos,
en zonas céntricas de esta ciudad, que se supone deberían de contar con
suficiente vigilancia policiaca.
El primero, se registró el
sábado, poco después de las 6:00 de la mañana. En plena zona centro. En la
Calle octava y la Avenida Negrete. Los involucrados, dos vehículos de transporte
público y un particular.
Se dice que la conductora del
vehículo particular, no respetó la luz roja del semáforo, lo que provocó que un
autobús de transporte urbano, le impactara en un costado, proyectándolo contra
un táxi. El saldo, cinco lesionados y dos personas muertas. La conductora del vehículo
particular, fue una de ellas. También falleció un pasajero del táxi.
Una tragedia que no debió
ocurrir. Que pudo evitarse, si en la zona, circulara alguna patrulla o
motocicleta de tránsito, que inhibiera a los conductores de los vehículos
involucrados. Si los conductores hubiesen tenido precaución y respeto por las
señales de tránsito.
Otro elemento que propició la
tragedia, fue la hora. Poco después de las 6:00 de la mañana, cuando algunas
áreas de la ciudad lucen solitarias y los conductores toman las vialidades como
si fueran carreteras de libre circulación y alta velocidad. Qué lamentable,
pero, como dicen, ya ni llorar es bueno. Nadie recordó aquello de que : más
vale, prevenir, que lamentar.
El otro accidente, ocurrió el
domingo, también por la mañana. Sobre la Avenida Internacional, a la altura del
Fraccionamiento Soler. El conductor de un “vocho”, perdió la vida, al invadir el
carril de circulación e impactarse contra otro vehículo particular, de mayor tamaño.
La mujer, fallecida en el
accidente del sábado, en la zona centro, que ocupaba el lugar del copiloto del
vehículo, aparentemente causante del encontronazo, tenía apenas 21 años de
edad. La misma que la del pasajero del táxi. En el accidente del domingo, en la
Avenida Internacional, el conductor del “vocho”, tenía 40 años de edad.
Seguramente padre, esposo, hermano, hijo de tijuanenses.
Es una verdadera desgracia,
además de lo trágico de tales accidentes, que se pierdan la vida de seres
humanos, sin duda alguna valiosos, unos apenas en el inicio y seguro luchando para
superarse y otro ya en plena madurez, obviamemnte con múltiples
responsabilidades.
Ya dejaron de existir, sus
familiares los lloran y tardarán mucho tiempo para superar la pena de pérdidas
irreparables. Todo, como consecuencia de vacío de autoridad, en materia de
tránsito vehicular.
Lo grave de todo esto, es que las
autoridades municipales, en especial las de la Secretaría de Seguridad Pública
Municipal, a cargo de Alejandro Lares Balladares, ni se dieron por aludidos. Ni
lamentaron las tragedias, ni muchos menos reconocieron sus responsabilidades.
Si eso ocurre en zonas tan
céntricas, ni para qué imaginar las tragedias que pueden ocurrir, en cualquier
momento, en muchas otras partes de la ciudad, donde también es notorio el vacío
de autoridad. Las vialidades de la zona
de la canalización, por ejemplo, donde los conductores parece que circulan por
los “freeways” californianos. En Tijuana, la muerte, anda sobre ruedas. Y las
autoridades, ni sus luces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario