Por : Gilberto LAVENANT
Uno de
los reclamos más frecuentes, y añejos, de la ciudadanía en general, es que los
partidos políticos dejen de tener el monopolio de las candidaturas a puestos de
elección popular, pues, además de que los políticos son los personajes más repudiados,
antes de concluir el período del cargo que ostentan, en cada proceso electoral ya
andan buscando otro, para los siguientes años. Por si fuese poco, si antes el
reciclaje de políticos era simplemente un vicio, ahora será una práctica legal,
al introducir la figura de la reelección, en la reforma política.
Ante el
evidente hastío de la ciudadanía, respecto de los políticos, lo que se refleja
en un alto grado de abstencionismo, en los procesos electorales, cada día se va
reduciendo, o al menos así lo han aparentado, la resistencia de los partidos a
ceder espacios a los candidatos ciudadanos, personas ajenas por completo a las
organizaciones políticas.
A quienes
no comulgan con los partidos políticos, les parece que esto es simple. Que la
única forma de abatir el abstencionismo, propio del desinterés ciudadano en los
procesos electorales, es tener la posibilidad de postular candidatos ciudadanos.
La verdad, esto no es así, sino meras suposiciones. Muchos, de los que se
abstienen de votar, lo hacen simplemente por apatía o desinterés, respecto del
gobierno, los gobernantes y los procedimientos para llegar a ocupar cargos
públicos. ¿Por qué? Pues no´más.
Y más
grave, que el hecho de que no les importe a los electores el acudir a las urnas
a depositar su sufragio, es el desinterés manifiesto y evidente, para reclamarles
a los políticos en el cargo, que cumplan cabal y honestamente con sus
funciones. La idea generalizada es de que el voto ciudadano, no es tan
importante, para que los políticos lleguen o no a ocupar los cargos públicos,
pues al final de cuentas, los candidatos partidistas, sean de uno y otro color,
llegan, aunque sea por el voto de las minorías. Que la abstención, no logra
derrotarlos.
Con la
reforma política federal, propuesta por el Presidente Enrique Peña Nieto, se
abre la puerta a las candidaturas ciudadanas. Y hay ilusos que aplauden, pues
piensan que por fin el sistema político mexicano se va a enderezar, en la
medida en que los cargos públicos los ocupen ciudadanos, sin compromisos con
partidos o con la clase política en general. No entienden, que esto es un garlito,
un engaño, una trampa, para que no desaparezcan los procesos electorales, pues
de llegar a ello, el único camino sería la dictadura.
Cabe
decirle, a la ciudadanía en general, que la política, no es solamente las actitudes,
poses o acciones indebidas de los políticos, tanto durante los procesos
electorales, como dentro de la función pública. Lo que se alcanza a observar de
ellos, es solamente una mínima parte, de las tropelías que cometen.
El
escándalo político, suscitado al interior del Palacio Municipal de Tijuana, ha mostrado,
claramente, los problemas que puede enfrentar quien llega a la función pública,
a partir de ser candidato ciudadano, y, sobre todo, las incomodidades de ser
acosado por la “jauría política”, de todos los partidos, que andan en busca de
riquezas fáciles.
La
revelación del Alcalde, de ser cierto lo que dijo, escandaliza a cualquiera. Un
grupo de individuos, a través de un partido político, el Verde Ecologista de
México, se apodera de una dependencia, encargada de velar por el buen uso y
destino de los recursos públicos, en el gobierno municipal, pero llega ahí, a
convertirla en una guarida, para extorsionar al jefe de la comuna, exigiéndole
que “se moche”, con el 50% de los ingresos ilícitos.
Si bien
es cierto, que el Dr. Jorge Astiazarán Orcí, llegó al cargo, postulado por el
PRI, prácticamente puede considerarse que fue un candidato ciudadano, pues la
política, sólo la conocía por encimita. Lo refleja, cuando dice que tenía
información, extraoficial, de ingresos ilegales, en áreas como administración
urbana y alcoholes, antes de sumir la alcaldía. Y confiesa : "Yo realmente
pensaba que eran historias, que eran cuentos, pero es una realidad". Debe
saber, que la voz popular cuenta de ese tipo de pillerías, de siempre.
Seguramente,
Astiazarán se sorprendió, cuando, según dice, los hermanos Ledezma Romo, le
exigieron el 50% de los ingresos ilícitos que obtuviera el gobierno municipal y
que estimaban en 80 millones de dólares, o sea unos 40 millones para ellos. Ha
de haber pensado, que cuando le hablaban de esas “recaudaciones” especiales, eran
cuotas, “cooperachas” o “mordidas” modestas. Nunca, que llegaran a millones de
dólares.
Posiblemente,
o casi seguro, el ciudadano Astiazarán, ha vivido momentos de arrepentimiento y
frustración, al conocer, en forma personal y directa, a todo color, la rapiña
de la política y el descaro, cinismo y falta de escrúpulos, de los políticos, no
precisamente guiados por el interés social, sino porque para ellos la
administración pública es un botín, del que cada quien quisiera obtener la
mayor parte.
Antes de
esto, cuando se integraba la planilla de priístas y aliados, que le
correspondería encabezar, como candidato a Alcalde de Tijuana, le tocó ver, cómo
se daba la rebatinga de posiciones, entre las diversas fuerzas políticas, que
algunas reclamaban como de su propiedad, sin siquiera discutir o acreditar
perfiles o requisitos de capacidad o experiencia. Como quienes se sientan a la
mesa, hacen a un lado cubiertos y modales, y a manotazos buscan agarrar la
mejor parte del “manjar”, que habrán de tragar desesperadamente.
Si al
ciudadano Jorge, le hubiesen platicado detalladamente, sobre las “linduras” de
la política, posiblemente le hubiese pensado más de dos veces, antes de decidir
contender por la Alcaldía de Tijuana.
Tan
orgulloso, de su profesión de médico, llegó a decir que sabía cómo resolver los
problemas de Tijuana. Nunca imaginó que la corrupción, el mal mayor de la
administración pública, es peor que el cáncer más agresivo. Y que es casi
imposible encontrar la cura.
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