por Gabilondo SOLAR
Francisco Vega, el candidato del PAN que participa en la Coalición Unidos por Baja California, no fue al debate que convocó la casa editora de los diarios Frontera y Crónica, porque dijo que sólo acudiría a los que realice el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana.
Independientemente del desaire a la casa editorial que se ha portado amable de más con el candidato en este incidente, que le da cobertura en términos igualitarios y sostiene una conducta editorial con clase, vale la pena hacer algunas observaciones del único debate en el que ha participado Kiko Vega, el del IEPCBC.
La expectativa con él era que haría un papelón, que trastabillaría, se tropezaría con las palabras con alguna complicación en su pronunciamiento y que, irremediablemente, algo le vendría a la cabeza que no recordaría o que simplemente no sabría, además de despedazar palabras como a-poyo, por pollo.
Al final, no lo hizo tan brutal como se esperaba, pero definitivamente que la riqueza y el estado mental son inocultables. Es el caso de Vega en esto último. No puede decir que un maestro es "pedógico", sino pedagógico. No puede decir Tamaluipas, ni Tainandia. Es Tamulipas y Tailandia. El Banco de México no financia proyectos de educación, es el Banco Mundial.
Errores mínimos?. Sí, sin duda. Sin importancia. No está compitiendo por la oratoria. Lo importante es lo que revela. Vega no procesa los datos despacio. Cree que hablando suave, puede engañarse a sí mismo y a los demás. No se puede, porque en el caso del debate es sólo oratoria. En el caso del gobierno, son decisiones trascendentes, responsabilidad de la mayor importancia.
Vega no procesa la información. Repite lo que le dicen. Lee lo que tiene que decir, cuando sabe que están evaluando lo que va a decir, y que si lo hace mal, no votan por él. Pero ¿qué pasaría si gobernara, si los ciudadanos le dieran el voto?.
Kiko no está preparado emocionalmente. Ese es el tema. Hace enormes esfuerzos para contenerse. Ha sido formado en un ambiente de decisiones pragmáticas, donde lo importante es el dinero y las utilidades de su empresa, a costa de los empeños y los bienes de miles de personas que se deshacen de objetos valiosos a cambio de una pequeña parte de su valor, que muchos casi nunca recuperan y luego son rematados.
Dinero que cuesta el 1% diario, es decir, el 365% anual acumulativo, más de 100 veces la inflación, más de 10 veces lo que cobraría un banco. Una verdadera usura que negocia con las necesidades extremas, las de enfermedades, de deudas, de educación.
Un negocio en el que obtiene rentas porque hay personas entre la espada y la pared, sin ninguna otra opción que ir a entregar lo único que han obtenido a lo largo de sus vidas, para dejarlo en manos de las casas de empeño de Kiko Vega, la cadena más grande del Estado. La que ha crecido con la necesidad de la gente que menos tiene.
Ese es el cuadro mental de Kiko Vega. La máxima rentabilidad a su negocio. Cero sentimiento humano. Cero solidaridad. Las tasas más altas del mercado a nivel de usura, así como Burns precisamente, el personaje de los Simpsons. Ahí es donde está reflejada la verdadera maldad de nuestro tiempo: El amor al negocio, al agandalle, a quitarle a los demás todo cuanto sea posible por el bienestar propio, sin que importen las consecuencias o por lo que estén pasando.
Si conociéramos de Kiko que su riqueza - que nadie ha podido conocer porque se niega a decirlo, aunque viva en una mansión en la zona más rica de San Diego- se hubiera utilizado para ayudar a los pobres, a los discapacitados, a los niños con hambre, a las mujeres violentadas, solas y desamparadas, a los ancianos sin familia, entonces sí, habría que reconocerlo.
Pero no. Su historia ha sido exactamente al contrario.
Su negocio ha sido la extrema necesidad, la pobreza como fuente de sus tasas de interés.
Esa es la verdad irrefutable que hacen a Kiko Vega absolutamente incapacitado para asumir una responsabilidad que tienen que ver con el interés por los demás, por asumir sus necesidades y sufrimientos como propios, por desarrollar otras empresas y otras vidas que no sea la suya.
Algo infinitamente ajeno a Kiko Vega.
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